A Fin de Conocerle

150/372

Una vida de fortaleza, 29 de mayo

Me es necesario hacer las obras del que me envió, entretanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Juan 9:4. AFC 155.4

La vida cristiana no consiste meramente en el ejercicio de la humildad, la paciencia, la mansedumbre y la bondad. Uno puede poseer estos preciosos y amables rasgos, y sin embargo faltarle nervio y espíritu, y puede ser casi inútil cuando la obra es difícil. A tales personas les falta una actitud positiva, energía, solidez y fortaleza de carácter que las capacitarían para resistir el mal y las convertirían en un poder en la causa de Dios. AFC 155.5

Jesús fue nuestro ejemplo en todas las cosas, y fue un trabajador ferviente y constante. Comenzó su vida de utilidad en la niñez. A los doce años ya estaba ocupado “en los negocios de su Padre”. Entre los doce y los treinta años, antes de que comenzara su ministerio público, vivió una vida de activa laboriosidad. Nunca estuvo ocioso Jesús en su ministerio. Dijo: “Debo obrar las obras del que me envió”. Los dolientes que iban a él nunca eran despedidos sin alivio. Conocía cada corazón y sabía cómo ministrar a sus necesidades. De sus labios salían amantes palabras para consolar, animar y bendecir, y los grandes principios del reino de los cielos fueron presentados delante de las multitudes en palabras tan simples que todos podían entenderlas. AFC 156.1

Jesús era un trabajador silencioso y abnegado. No procuraba fama, riquezas, ni aplausos; ni tampoco tenia en cuenta su comodidad y placer... No rehuía los cuidados y responsabilidades como lo hacen tantos de sus profesos seguidores... AFC 156.2

No importa cuán completa haya sido nuestra consagración cuando nos convertimos, no nos valdrá de nada a menos que la renovemos diariamente, pero una consagración que abarca realmente lo presente es fresca, genuina y aceptable a Dios. No tenemos semanas y meses para estar a los pies del Señor, mañana no es nuestro, porque no lo hemos recibido todavía, pero hoy podemos trabajar para Jesús.—The Review and Herald, 6 de enero de 1885. AFC 156.3