A Fin de Conocerle

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La prueba de nuestro discipulado, 27 de mayo

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35. AFC 153.4

No hay nada que pueda debilitar tanto la influencia de la iglesia como la falta de amor... La gente del mundo nos contempla para ver lo que nuestra fe efectúa para nuestros caracteres y vidas. Se fijan para ver si tiene un efecto santificador sobre nuestro corazón, si estamos siendo transformados a la semejanza de Cristo. Están listos para descubrir cada defecto de nuestra vida, cada inconsecuencia de nuestras acciones. No les demos ocasión de reprochar nuestra fe. AFC 153.5

No es la oposición del mundo nuestro mayor peligro, es el mal consentido en nuestro medio el que provoca nuestro mayor desastre. Las vidas no consagradas de profesos cristianos a medias retardan la obra de la verdad y provocan oscuridad en la iglesia de Dios. AFC 154.1

No hay una forma más segura de debilitarnos en las cosas espirituales que ser envidiosos, celosos, llenos de críticas y de malas suposiciones... AFC 154.2

Si el amor de la verdad está en vuestro corazón, hablaréis de la verdad. Hablaréis de la bienaventurada esperanza que tenéis en Jesús. Si tenéis amor en vuestro corazón, procuraréis establecer y edificar a vuestro hermano en la santísima fe. Si se deja caer una palabra en detrimento del carácter de vuestro amigo o hermano, no animéis al que la pronuncia. Es la obra del enemigo. Advertid bondadosamente al que habla que la Palabra de Dios prohíbe esa clase de conversación. Habéis de vaciar el corazón de todo lo que contamina el templo del alma para que Cristo pueda morar allí. Nuestro Redentor nos ha dicho cómo podemos revelarlo al mundo. Si acariciamos su Espíritu, si manifestamos su amor a otros, si mutuamente preservamos nuestros intereses, si somos bondadosos, pacientes y tolerantes, el mundo tendrá una evidencia por los frutos que llevamos de que somos los hijos de Dios. La unidad en la iglesia es la que la capacita para ejercer una influencia consecuente sobre los incrédulos y mundanos.—The Review and Herald, 5 de junio de 1888. AFC 154.3