Conflicto y Valor

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“Amaos los unos a los otros”, 17 de diciembre

1 Juan 4:7-21.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 1 Juan 4:10, 11. CV 357.1

Después de la ascensión de Cristo, Juan se destaca como fiel y ardoroso obrero del maestro... El amor de Cristo que ardía en su corazón, le indujo a realizar una fervorosa e incansable labor en favor de sus semejantes, especialmente por sus hermanos en la iglesia cristiana. CV 357.2

Cristo había mandado a los primeros discípulos que se amasen unos a otros como él los había amado... Después que descendió el Espíritu Santo, cuando los discípulos salieron a proclamar al Salvador viviente, su único deseo era la salvación de las almas. Se regocijaban en la dulzura de la comunión con los santos. Eran compasivos, considerados, abnegados, dispuestos a hacer cualquier sacrificio por la causa de la verdad. En su asociación diaria, revelaban el amor que Cristo les había enseñado... CV 357.3

Pero gradualmente sobrevino un cambio. Los creyentes comenzaron a buscar defectos en los demás... Perdieron de vista al Salvador y su amor... Comprendiendo Juan que el amor fraternal iba mermando en la iglesia, se esforzaba por convencer a los creyentes de la necesidad constante de ese amor... El mayor peligro de la iglesia de Cristo no es la oposición del mundo. Es el mal acariciado en los corazones de los creyentes lo que produce el más grave desastre, y lo que, seguramente, más retardará el progreso de la causa de Dios. No hay forma más segura para destruir la espiritualidad que abrigar envidia, sospecha, crítica o malicia. Por otro lado, el testimonio más fuerte de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo, es la armonía y unión entre hombres de distintos caracteres que forman su iglesia... CV 357.4

Los incrédulos observan para ver si la fe de los profesos cristianos ejerce una influencia santificadora sobre sus vidas; y son prestos para discernir los defectos del carácter y las acciones inconsecuentes... Todos los cristianos son miembros de una familia, hijos del mismo Padre celestial, con la misma esperanza bienaventurada de la inmortalidad. Muy estrecho y tierno debe ser el vínculo que los une... “No amemos de palabra”, escribe el apóstol, “sino de obra y en verdad”.—Los Hechos de los Apóstoles, 436-440.* CV 357.5