Conflicto y Valor

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Dudas y preguntas, 11 de octubre

Mateo 14:22-33.

Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Mateo 14:27. CV 290.1

Los discípulos... “entrando en un barco, venían de la otra parte de la mar hacia Capernaum”. Habían dejado a Jesús descontentos en su corazón... Murmuraban porque no les había permitido proclamarle rey. Se culpaban por haber cedido con tanta facilidad a su orden... CV 290.2

La incredulidad estaba posesionándose de su mente y corazón. El amor a los hombres los cegaba... ¿No habría nunca de asumir Cristo su autoridad como rey? ¿Por qué no se revelaba en su verdadero carácter el que poseía tal poder, y así hacía su senda menos dolorosa? ¿Por qué no había salvado a Juan el Bautista de una muerte violenta? Así razonaban los discípulos hasta que trajeron sobre sí grandes tinieblas espirituales. Se preguntaban: ¿Podía ser Jesús un impostor, según aseveraban los fariseos? ... CV 290.3

Ese día los discípulos habían presenciado las maravillosas obras de Cristo. Parecía que el cielo había bajado a la tierra. El recuerdo de aquel día precioso y glorioso debiera haberlos llenado de fe y esperanza. Si de la abundancia de su corazón hubiesen estado conversando respecto a estas cosas, no habrían entrado en tentación... Sus pensamientos eran tumultuosos e irrazonables, y el Señor les dio entonces otra cosa para afligir sus almas y ocupar sus mentes. Dios hace con frecuencia esto cuando los hombres se crean cargas y dificultades... Una violenta tempestad estaba por sobrecogerles y ellos no estaban preparados para ella... Olvidaron su desafecto, su incredulidad, su impaciencia. Cada uno se puso a trabajar para impedir que el barco se hundiese... Hasta la cuarta vela de la noche lucharon con los remos. Entonces los hombres cansados se dieron por perdidos. En la tempestad y las tinieblas, el mar les había enseñado cuán desamparados estaban, y anhelaban la presencia de su Maestro. CV 290.4

Jesús no los había olvidado... En el momento en que ellos se creyeron perdidos, un rayo de luz reveló una figura misteriosa que se acercaba a ellos sobre el agua... Su amado Maestro se volvió entonces, y su voz aquietó su temor: “Alentaos; yo soy, no temáis”. El Deseado de Todas las Gentes, 342-344.* CV 290.5