Conflicto y Valor

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Unión en la diversidad, 9 de octubre

Marcos 3:13-19.

Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar. Marcos 3:14. CV 288.1

En estos primeros discípulos se observaba una notable diversidad de caracteres. Habían de ser los maestros del mundo, y representaban tipos de carácter muy variados. Eran ellos, Leví Mateo, el publicano, sacado de una vida de actividad comercial, al servicio de Roma; Simón el celote, enemigo inflexible de la autoridad imperial; el impulsivo, arrogante y afectuoso Pedro; su hermano Andrés; Judas, de Judea, pulido, capaz y de espíritu ruin; Felipe y Tomás, fieles y fervientes, aunque de corazón tardo para creer; Santiago el menor y Judas, de menos prominencia entre los hermanos, pero hombres de fuerza y positivos tanto en sus faltas como en sus virtudes; Natanael, semejante a un niño en sinceridad y confianza; y los hijos de Zebedeo, afectuosos y ambiciosos... CV 288.2

De los doce discípulos, cuatro habían de desempeñar una parte importante en distintos sentidos. Previendo todo, Cristo les enseñó para prepararlos. Santiago, destinado a una pronta muerte por decapitación; Juan, el que de los dos hermanos seguiría por más tiempo a su Maestro en trabajos y persecuciones; Pedro el primero que derribaría barreras seculares y enseñaría al mundo pagano; y Judas, que en el servicio era capaz de sobrepasar a sus hermanos y sin embargo abrigaba en su alma propósitos cuyos frutos no vislumbraba.—La Educación, 81, 82. CV 288.3

A fin de llevar adelante con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos discípulos, que diferían tanto en sus características naturales, en su educación, y en sus hábitos de vida, necesitaban llegar a la unidad de sentimiento, pensamiento y acción. Cristo se proponía obtener esta unidad... La preocupación de su trabajo por ellos está expresada en la oración que dirigió a su Padre: “Para que todos ellos sean uno; así como tú, oh Padre, eres en mí, y yo en ti, para que ellos también sean uno en nosotros”.—Ibid. 82. CV 288.4

En los apóstoles de nuestro Señor no había nada que les pudiera reportar gloria. Era evidente que el éxito de sus labores se debía únicamente a Dios. La vida de estos hombres, el carácter que adquirieron y la poderosa obra que Dios realizó mediante ellos, atestiguan lo que él hará por aquellos que reciban sus enseñanzas y sean obedientes. El Deseado de Todas las Gentes, 215, 216.* CV 288.5