Conflicto y Valor

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Edifiquemos, 15 de septiembre

Nehemías 2:9-20.

Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí... Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien. Nehemías 2:18. CV 264.1

Con corazón dolorido... [Nehemías] miró las defensas arruinadas de su amada Jerusalén. ¿Y no es ésta la condición en que los ángeles del cielo ven a la iglesia de Cristo? Como los moradores de Jerusalén, nos acostumbramos a males existentes y a menudo nos conformamos y no hacemos ningún esfuerzo para remediarlos. Pero, ¿cómo son considerados esos males por los seres divinamente iluminados? ¿No miran ellos, como Nehemías, con corazón apesadumbrado los muros arruinados y las puertas quemadas con fuego?—The S.D.A. Bible Commentary 3:1136. CV 264.2

Nehemías había traído un mandato real que requería a los habitantes que cooperasen con él en la reedificación de los muros de la ciudad; pero no confiaba en el ejercicio de la autoridad y procuró más bien ganar la confianza y simpatía del pueblo, porque sabía que la unión de los corazones tanto como la de las manos era esencial para la gran obra que le aguardaba.—La Historia de Profetas y Reyes, 470. CV 264.3

Hay necesidad de [muchos] Nehemías en la iglesia hoy: hombres que puedan no sólo orar y predicar, sino hombres cuyas oraciones y sermones estén corroborados por un propósito firme y anhelante... El éxito que acompañó los esfuerzos de Nehemías muestra lo que la oración, la fe y la acción enérgica y sabia pueden llevar a cabo... El espíritu manifestado por el dirigente será reflejado en gran medida por el pueblo. Si los dirigentes que profesan creer las verdades solemnes e importantes que van a probar al mundo en esta época no manifiestan ardiente celo en preparar a un pueblo para que permanezca firme en el día de Dios, debemos esperar una iglesia descuidada, indolente y amante de los placeres.—The S.D.A. Bible Commentary 3:1137. CV 264.4

Nehemías era un reformador, un gran hombre suscitado para una ocasión importante. Cuando entró en contacto con el mal y toda clase de oposición, surgieron un nuevo ánimo y un celo renovado. Su energía y determinación inspiraron al pueblo de Jerusalén; la fuerza y el valor tomaron el lugar de la debilidad y del desaliento. Su santo propósito, su elevada esperanza, su jovial consagración al trabajo, eran contagiosos. El pueblo se contagió del entusiasmo de su dirigente: en su esfera, cada hombre se convirtió en un Nehemías y ayudó a fortalecer la mano y el corazón de su vecino.—Ibid.* CV 264.5