Exaltad a Jesús

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A la diestra de Dios, 31 de marzo

He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Hechos 7:56. EJ 98.1

Esteban, el más destacado de los siete diáconos, era un hombre de profunda piedad y de gran fe... EJ 98.2

A medida que los sacerdotes y los gobernantes observaban el poder que acompañaba a la predicación de Esteban, se llenaron de amargo odio. En lugar de ceder ante las evidencias que presentaba, decidieron acallar su voz condenándolo a muerte... EJ 98.3

Los sacerdotes y gobernantes no podían prevalecer contra la sabiduría tranquila y clara de Esteban. Decidieron hacer de él un ejemplo público y, mediante el temor, impedir que otros adoptaran sus creencias, mientras al mismo tiempo satisfacían su odio vengativo. Se contrataron testigos para que dieran el testimonio falso de que lo habían oído hablar palabras blasfemas contra el templo y la ley... EJ 98.4

Cuando Esteban fue cuestionado acerca de la veracidad de los cargos que se le hacían, comenzó su defensa con una voz clara y vibrante que resonaba por la sala del concilio... Percibió la resistencia que encontraban sus palabras y comprendió que estaba dando su último testimonio. Cuando conectó a Cristo con las profecías y se refirió al templo como él lo había hecho, el sacerdote rompió sus vestidos, pretendiendo estar horrorizado. Para Esteban, esta acción fue un indicio de que su voz quedaría silenciada para siempre. Aunque estaba a la mitad de su sermón, lo concluyó abruptamente... El prisionero leyó su suerte en los rostros crueles que lo rodeaban, pero no flaqueó. El temor de la muerte lo había abandonado. Los sacerdotes rabiosos y la turba embravecida no observaron terror en él. La escena que tenía ante su vista se desvaneció. Para él las puertas del cielo estaban abiertas de par en par, y al mirar hacia adentro vio la gloria de los atrios divinos, y a Cristo, como si acabara de levantarse de su trono, listo para sostener a su siervo que se encontraba a punto de sufrir el martirio por su causa. Entonces Esteban exclamó con palabras triunfantes: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”. Hechos 7:56. EJ 98.5

La descripción de la escena gloriosa que se desarrollaba delante de él era más de lo que sus perseguidores podían soportar. Tapándose los oídos para no escuchar más sus palabras, y profiriendo fuertes gritos, se avalanzaron furiosamente contra él movidos por una misma intención. “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió”. Vers. 59-60... EJ 98.6

El sello de Dios se veía en el rostro de Esteban, y sus palabras, que penetraron en las mismas almas de los que las escucharon, permanecieron en las mentes de los observadores y dieron testimonio de la verdad acerca de la cual había hablado.—The Review and Herald, 23 de febrero de 1911. EJ 98.7