Exaltad a Jesús

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El primer gran mandamiento, 8 de mayo

Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:30. EJ 136.1

Vi que cualquier cosa que divida los afectos, o substraiga del corazón algo del amor supremo que le debe a Dios, o impida una fe ilimitada y una confianza total en él, asume el carácter de un ídolo y toma su forma. Se me mostró el primer gran mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Aquí no se permite la separación de nuestros afectos de Dios. Nada debe dividir nuestro amor supremo por él ni nuestro deleite en él. La voluntad, los deseos, planes, propósitos y placeres, todos deben mantenerse bajo sujeción. EJ 136.2

Usted necesita aprender algo: exaltar al Señor Dios en su corazón, en su conversación, y en todos sus actos; entonces Jesús le podrá enseñar y le podrá ayudar, al echar su red al lado derecho del barco, a traerla hasta la playa llena de pescado. Pero sin la ayuda de Cristo al echar la red, usted podrá trabajar durante semanas, meses y años sin ver mucho fruto como resultado de sus labores... EJ 136.3

Estúdiese a sí mismo. Ponga a prueba cada motivo... Esfuércese por revelar a Cristo.—Testimonies for the Church 1:436-437. EJ 136.4

Cuando uno queda completamente despojado del yo, cuando todo falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación. Queda conformado con el Espíritu, y obedece a las cosas del Espíritu. No tiene confianza en sí mismo. Para él, Cristo es todo y está en todo. Recibe con mansedumbre la verdad que le es constantemente revelada, y da al Señor toda la gloria, diciendo: “Dios nos reveló a nosotros por el Espíritu”. “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado”.—Obreros Evangélicos, 304. EJ 136.5

La voz que habló a Israel desde el Sinaí habla en estos tiempos a hombres y mujeres diciendo: “No tentrás dioses ajenos delante de mí”. Éxodo 20:3. La ley de Dios fue escrita por su propio dedo en tablas de piedra, lo cual demuestra que nunca podría ser cambiada o abrogada. Ha de estar en vigencia durante las edades eternas, tan inmutablemente como los principios de su gobierno. Los hombres han opuesto su voluntad a la voluntad de Dios, pero esto no puede acallar sus palabras de sabiduría y sus órdenes, aun cuando opongan sus teorías especulativas a las enseñanzas de la revelación y exalten la sabiduría humana por encima de un claro: “Así dice Jehová”.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 235. EJ 136.6

El espíritu de mundanalidad puede contaminar a los muchos y dominar a los pocos; puede ser que la causa de Dios se sostenga tan sólo por gran esfuerzo y continuo sacrificio; pero al fin la verdad triunfará gloriosamente.—La Historia de Profetas y Reyes, 139. EJ 136.7