Hijas de Dios

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Todos tienen una parte en la obra de Dios

Nuestras hermanas pueden hacer mucho—Nuestras hermanas no están haciendo comparativamente nada cuando podrían hacer mucho. Cristo busca frutos en la vida y el carácter de muchos profesos cristianos pero, como en el caso de la higuera estéril, encuentra solo hojas. Las hermanas pueden trabajar eficientemente buscando suscriptores para nuestras revistas. De esta manera pueden traer luz a muchas mentes. La obra de distribución, de folletos y del colportaje evangélico puede ser llevada a cabo tanto por nuestras hermanas como por nuestros hermanos. HD 112.4

Satanás está bien ocupado en su departamento de publicaciones diseminando literatura que rebaja la moral y envenena las mentes de los jóvenes. Las publicaciones infieles se están diseminando ampliamente por toda la tierra. ¿Por qué no se interesa cada miembro de la iglesia en diseminar las publicaciones que elevarán la mente de muchos y los pondrán en contacto directo con la verdad? Estos folletos y revistas tienen el propósito de iluminar al mundo y han sido efectivos en convertir almas. Siembran la semilla del evangelio y pueden traer tantas almas a Cristo como la Palabra predicada, y así por este medio han surgido iglesias enteras. HD 113.1

Cada discípulo de Cristo puede tener una parte en esta obra. Que los folletos, las revistas y los libros sean diseminados por doquiera. Llevad con vosotros un paquete de folletos seleccionados que podáis distribuir cuando se presente la oportunidad. Podéis vender literatura, o prestarla o regalarla según sea el caso; con esto se obtendrán magníficos resultados.—The Review and Herald, 10 de junio de 1880. HD 113.2

Estad seguras de trabajar para Jesús—Nuestras hermanas no se hallan exentas de hacer su parte en la obra de Dios. Todo aquel que ha gustado los poderes del mundo por venir, tiene una sagrada labor que cumplir en la viña del Señor. Nuestras hermanas podrían mantener sus manos ocupadas produciendo exquisitos artículos para embellecer su hogar o para regalarlos a sus amigos. Podría pensarse que una gran cantidad de estos materiales están produciendo un buen fundamento. Pero, ¿Será que Jesús considerará estas exquisitas pequeñeces como un sacrificio vivo para él? ¿Será que pronunciará sobre esos obreros las palabras: “Yo conozco tus obras [...] y has trabajado arduamente por causa de mi nombre”? Apocalipsis 2:2-3.—The Review and Herald, 31 de mayo de 1887. HD 113.3

Todos podemos hacer obra misionera a nuestro alrededor—Nuestras hermanas se han excusado con facilidad de llevar responsabilidades que requieren esfuerzo mental; y sin embargo esta es la disciplina que necesitan para perfeccionar su experiencia cristiana. Pueden hacer obra misionera y tener un interés personal en la distribución de folletos y revistas que representan correctamente nuestra fe. No todos pueden ir a los campos misioneros lejanos, pero todos pueden hacer algo a su alrededor [...]. HD 113.4

Como cristianos, debiéramos tener el profundo sentimiento de que nuestro tiempo, nuestras energías y nuestros talentos han sido comprados por un precio infinito. No somos nuestros para usar nuestro tiempo en cosas que gratifican nuestros gustos y nuestro orgullo. Como hijos de luz, debemos difundir la luz a otros. Debiéramos estudiar la manera de glorificar mejor a Dios, y de trabajar para salvar y bendecir a las almas por las que Cristo murió. Al trabajar para bendecir a otros, estaremos añadiendo fuerza y coraje a nuestras propias almas, y estaremos recibiendo la aprobación de Dios. Centenares de nuestras hermanas podrían hoy estar trabajando si quisieran [...]. HD 114.1

Aquellas que no están haciendo nada debieran salir a trabajar. Que cada hermana que se siente una hija de Dios asuma la responsabilidad de hacer lo que esté a su alcance. Las características más nobles se adquieren a través del renunciamiento y la benevolencia en beneficio de otros.—The Review and Herald, 12 de diciembre de 1878. HD 114.2

Sembrad sobre todas las aguas—Si nuestras hermanas usaran el tiempo que les ha sido dado por Dios en ferviente oración y estudio de su Palabra, él les daría sabiduría celestial para descubrir qué clase de obra pueden realizar con la gracia que les ha sido concedida, para salvar las almas que están a su alrededor. Nuestras hermanas pueden comenzar la obra misionera en su propia casa; entonces pueden extenderse a trabajar inteligentemente por sus vecinos. Si se interesaran en esta tarea podrían sembrar las semillas de verdad. Debemos sembrar sobre todas las aguas, “porque no sabemos cuál es lo mejor, si esto o aquello”. Eclesiastés 11:1, 6. Lo que sí sabemos es que esta clase de obra da resultados; y son resultados eternos. Es como construir el fundamento con oro, plata y piedras preciosas, materiales que no perecen ni se consumen. Y la primera tarea que debemos realizar personalmente es nuestra consagración a Dios.—The Review and Herald, 6 de noviembre de 1888. HD 114.3