Hijas de Dios

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Dios nos escucha

La siguiente carta fue escrita por Elena G. de White a su querida amiga Lucinda Hall, a quien consideraba como un miembro de la familia. HD 231.1

Querida Lucinda: Cuán triste me sentí al recibir la carta de Asenath en la que nos contaba de la enfermedad que usted está soportando. ¡Oh, que el Señor pueda sostenerla y liberarla de esa aflicción! [...]. HD 231.2

Oh, Lucinda, no puedo escribirle mucho, pues tengo una extraña opresión sobre mí. Tendremos una sesión especial de oración en su favor. El Señor escuchará nuestra oración y la levantará para que siga cumpliendo su parte en la obra de Dios. Usted ha sido fiel y verdadera, pero no le ha tocado una carga fácil. Que el Señor la sostenga durante la enfermedad con sus brazos eternos, es mi oración. HD 231.3

La he extrañado mucho desde que nos separamos. Temía que se enfermara pues no podía explicar sus síntomas y tenía una fiebre baja pero constante. Descanse con confianza en las manos de Dios, sin temores ni ansiedad. Dios está con aquellos que diligentemente lo buscan. “La oración eficaz del justo, puede mucho”. Nuestras oraciones no serán en vano. “Pedid, y recibiréis”. Usted se ha entregado al Señor; es su propiedad. Él no olvidará el sacrificio que usted ha hecho para el Señor. Él obrará por usted, y nadie podrá detenerlo. Solo tenga fe. Cuánto desearía verla e interceder fervientemente por usted. Aunque estamos lejos, estamos intercediendo desde aquí. El Señor sabe todas las cosas. Él puede escucharnos a nosotros aquí, y bendecirla a usted allí [...]. HD 231.4

Este sábado por la mañana llamamos a los Hnos. Haskell y Lane, y nos postramos en oración a favor de nuestra querida Lucinda. Sentimos que el Señor no dejará de escuchar nuestra oración, sino que sus oídos oirán nuestra petición y le dará la salud a nuestra amada amiga. Continuaremos sosteniéndonos del poderoso brazo de Dios; no podemos tener fe en ningún otro poder ni en ninguna otra destreza. Ningún otro brazo sino el del Señor puede ayudar a nuestra querida Lucinda. Si ella es sanada, será por la oración de fe. Jesús es nuestro gran Liberador. Espero que nuestra amada amiga Lucinda se aferre a sus promesas por sí misma con una fe firme y no fluctuante.—Carta 69, 1874. HD 231.5