Hijos e Hijas de Dios

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Lo que más ama, 7 de enero

A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Efesios 5:27. HHD 15.1

Puede parecemos maravilloso que Juan haya visto a Cristo como es, y que Cristo se haya dirigido por sí mismo a las iglesias. Pero debemos recordar que la iglesia, por más debilitada y defectuosa que sea, es el único objeto de la tierra al cual Cristo confiere su suprema consideración. Constantemente la está vigilando con solicitud, y la está fortaleciendo con su santo Espíritu. ¿Estaremos dispuestos, nosotros, como miembros de su iglesia, a permitirle que dirija nuestra mente y que trabaje por medio de nosotros para su gloria?—Manuscrito 155, 1902. HHD 15.2

Cristo ama a su iglesia. Dará toda la ayuda necesaria a los que pidan fortaleza para desarrollar un carácter cristiano. Pero su amor no es debilidad. No transigirá con sus pecados, ni les dará prosperidad mientras sigan una conducta torcida. Sus pecados serán perdonados sólo en virtud de un fiel arrepentimiento; porque Dios no cubrirá el mal con el manto de su justicia. Honrará el servicio fiel. Bendecirá abundantemente a los que revelan a sus semejantes su justicia, su misericordia y su amor. Que los que entran en su servicio anden delante de él en verdadera humildad, siguiendo fielmente sus pisadas, atesorando los santos principios que perdurarán por las edades eternas. Que demuestren, mediante la palabra y la acción, que obedecen las leyes que se obedecen en el cielo.—Manuscrito 52, 1901. HHD 15.3

El amor de Dios por su iglesia es infinito. El cuidado que manifiesta hacia su heredad es incesante.—General Conference Bulletin, 162 (1899). HHD 15.4