Hijos e Hijas de Dios

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Llegamos a ser sus hijos, 6 de enero

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12. HHD 14.1

La filiación divina no es algo que obtenemos por nosotros mismos. Sólo a los que reciben a Cristo como su Salvador se les da la facultad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. El pecador no puede librarse del pecado por ningún poder inherente. Para el logro de este resultado, debe buscar un poder superior. Juan exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Sólo Cristo tiene poder de limpiar el corazón. El que busque perdón y aceptación sólo puede decir: “Nada traigo en mi mano; sólo me aferro a la cruz”. Pero la promesa de la filiación se brinda a todos aquellos que “creen en su nombre”. Todo el que venga a Jesús con fe, recibirá perdón.—The Review and Herald, 3 de septiembre de 1903. HHD 14.2

La religión de Cristo transforma el corazón. Convierte a un hombre mundano en espiritual. Bajo su influencia el egoísta se convierte en abnegado, porque tal es el carácter de Cristo. El deshonesto y tortuoso se convierte en recto, y llega a ser una segunda naturaleza para él hacer a los demás lo que le agradaría que le hicieran. El profano pasa de la impureza a la pureza. Adopta hábitos correctos, porque el Evangelio de Cristo ha llegado a ser para él un sabor de vida para vida.—The Southern Watchman, 7 de febrero de 1905. HHD 14.3

Cuando un alma recibe a Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 298. HHD 14.4