Hijos e Hijas de Dios

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Recibiremos la corona de vida, 21 de diciembre

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Santiago 1:12. HHD 364.1

Hablad de las cosas celestiales. Hablad de Jesús, de su piedad y su gloria, y de su amor imperecedero por vosotros, y permitid que de vuestro corazón mane amor y gratitud hacia él, que murió para salvaros. ¡Oh, estad listos para encontrar a vuestro Señor en paz! Aquellos que estén preparados, pronto recibirán una corona inmarcesible de vida, y morarán eternamente en el reino de Dios, con Cristo, con los ángeles, y con aquellos que han sido redimidos por la preciosa sangre de Cristo.—The Youth’s Instructor, 12-1852. HHD 364.2

Se coloca ... una corona de gloria sobre aquellos que esperan, aman y anhelan el aparecimiento del Salvador. Los que esperan son los que serán coronados de gloria, honor e inmortalidad. No necesitáis hablar... de los honores del mundo, o de las alabanzas de los que el mundo considera grandes. Todo ello es vanidad. Si el dedo de Dios meramente los tocase, pronto volverían al polvo nuevamente. Anhela el honor que es permanente, el honor que es inmortal, el honor que nunca perecerá; una corona tal es mucho más rica que cualquier corona que jamás haya ornado las sienes de un monarca.—The Review and Herald, 17 de agosto de 1869. HHD 364.3

Los que no quisieran que reinase [Cristo] sobre ellos, lo verán rodeado por la multitud de los redimidos, cada uno con la leyenda: Jehová, justicia nuestra... En aquel día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y de su Hijo. Los ángeles del cielo, tocando sus áureas arpas, darán la bienvenida al Rey y a los que constituyen los trofeos de su victoria, aquellos que han sido lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Brotará un himno de triunfo, que llenará todo el cielo. Cristo ha vencido. Penetra en los atrios celestiales acompañado por sus redimidos, que constituyen el testimonio de que su misión de sufrimiento y abnegación no ha sido en vano.—The Review and Herald, 24 de noviembre de 1904. HHD 364.4