Hijos e Hijas de Dios

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Confesamos a Cristo, 12 de octubre

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. Mateo 10:32, 33. HHD 294.1

¿Estamos confesando a Cristo en nuestra vida diaria? ¿Lo confesamos mediante nuestra vestimenta, empleando ropas sencillas y modestas? ¿Es nuestro adorno el de un espíritu humilde y apacible, que es de tanta estima a la vista de Dios? ¿Estamos procurando adelantar la causa del Maestro?... Es inútil decirles que no deben usar esto o aquello, porque si el amor a estas cosas vanas está en el corazón, el desprenderse de los adornos será solamente como podar las ramas de un árbol. Las inclinaciones del corazón carnal harán valer sus derechos... HHD 294.2

Debemos morar en él, como el pámpano mora en la vid... Lo que necesitamos es tener el hacha puesta en la raíz del árbol. Necesitamos morir al mundo, morir al yo, y vivir en Dios... Necesitamos acercarnos más a Cristo, para que los hombres puedan conocer que hemos estado con Cristo y aprendido de él.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1892. HHD 294.3

El que imite a Cristo manifestará abnegación y espíritu de sacrificio... Justamente donde la conciencia del verdadero cristiano le aconseja soportar, negarse a sí mismo, detenerse, el mundano atraviesa la línea para acceder a los caprichos de sus tendencias egoístas. A un lado de la línea se encuentra el seguidor de Jesucristo que se niega a sí mismo, al otro, los complacientes amadores del mundo, preocupándose de la moda, transigiendo con la frivolidad y alimentándose de placeres prohibidos. El cristiano no puede cruzar esa línea. No hay lugar allí para él.—The Youth’s Instructor, 6 de septiembre de 1894. HHD 294.4