Hijos e Hijas de Dios

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La fuente de poder, 2 de octubre

Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. Colosenses 2:9, 10. HHD 284.1

El Señor Jesús obra por intermedio del Espíritu Santo, porque éste es su representante. Mediante él infunde vida espiritual al alma y vivifica sus energías para el bien, purificándola de la contaminación moral, y haciéndola idónea para su reino. Jesús tiene abundantes bendiciones para prodigar, ricos dones que distribuir entre los hombres. Es el Consejero maravilloso, infinito en sabiduría y poder; y si queremos reconocer el poder de su Espíritu y someternos a su acción modeladora, estaremos completos en él. ¡Meditación maravillosa! “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él”. HHD 284.2

El corazón humano no conocerá jamás la felicidad a menos que se someta a la acción modeladora del Espíritu de Dios. El Espíritu adapta el alma renovada al Modelo, Cristo Jesús. Mediante su influencia la enemistad con Dios se transforma en fe y amor, y el orgullo en humildad. El alma percibe la belleza de la verdad, y Cristo es honrado en la excelencia y perfección del carácter. A medida que se efectúan estos cambios, los ángeles prorrumpen en cantos de gozo, y Dios y Cristo se regocijan por las almas formadas a la semejanza divina.—The Review and Herald, 10 de febrero de 1903. HHD 284.3

Verse en armonía con Jehová Emmanuel, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” y en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, conocerlo, poseerlo, mientras el corazón se abre más y más para recibir sus atributos, saber lo que es su amor y su poder, poseer las riquezas inescrutables de Cristo, comprender mejor “cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”, y “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”, “ésta es la herencia de los siervos del Señor, ésta es la justicia que deben esperar de mí, dice el Señor”.—El discurso maestro de Jesucristo, 32, 33. HHD 284.4