Hijos e Hijas de Dios

261/374

Como hemos de trabajar, 16 de septiembre

Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. 1 Pedro 3:15. HHD 268.1

Cuando trabajamos diariamente en favor de Cristo, el hacer su voluntad se convierte en un placer. Cristo vino a nuestro mundo para vivir en conformidad con la ley de Dios, para constituirse en nuestro ejemplo en todas las cosas. Se colocó entre el propiciatorio y la multitud de adoradores empedernidos, llenos de ostentación, orgullo y vanidad, y mediante sus lecciones de verdad, que eran elocuentes en su sencillez, impresionó a la gente con la necesidad de un culto espiritual. Sus lecciones causaban una honda impresión en sus oyentes, eran hermosas y profundas, y no obstante tan sencillas que un niño podía entenderlas. La verdad que presentó era tan insondable, que los maestros más sabios y cultos nunca pudieron agotarla. Los que trabajan como viendo al Invisible, conservarán siempre la sencillez, y llenarán las palabras más sencillas con el poder de las verdades más grandes.—Manuscrito 87, 1894. HHD 268.2

La juventud puede llegar a ser una fuerza para Cristo si sabe mantener su sencillez, y no procura presentar algo novedoso, algo original, sino sencillamente enseñar los preceptos de su Señor. El revestir las verdades más sencillas de innovaciones y singularidad, es privarlas de su poder de ganar almas para Cristo... El empleo de palabras largas y de encumbrada elocuencia no es esencial para lograr el éxito. Lo que necesitáis es una experiencia vivida en las cosas de Dios, y sencillez al presentar el amor de Cristo a los perdidos... Cuando el corazón está abrasado por el amor de Cristo, lo expresaréis a otros, y llegaréis a ser testigos por Cristo.—The Youth’s Instructor, 4 de mayo de 1893. HHD 268.3