Hijos e Hijas de Dios

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Librados de la muerte eterna, 11 de agosto

El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte. 2 Corintios 1:10. HHD 232.1

Nuestro Salvador vino a este mundo para soportar en la naturaleza humana todas las tentaciones que asaltan al hombre. En su vida midió el poder de engañar, desviar y destruir del maligno enemigo. Como Redentor de la raza, advierte a la humanidad contra la búsqueda de aquellas cosas que podrían apartarla de la senda estrecha. Ha trazado un glorioso camino para los que quieran viajar hasta las mansiones celestiales que ha ido a preparar para todos aquellos que deseen amistarse a fin de convertirse en miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. HHD 232.2

Con su vida, Cristo compró a cada ser humano. Murió de una muerte cruel para salvar a los seres humanos de la muerte eterna. Dio su vida sin pecado para conseguir en favor del pecador una vida que se mida con la de Dios. Por medio de su muerte, ha provisto un método mediante el cual el hombre puede romper con Satanás, volver a la fidelidad a Dios, y obtener perdón por medio de su fe en el Redentor. ¡Oh, cuán impíos e ingratos son los que rehúsan aceptar la misericordia que se les ofrece a un costo tan infinito! HHD 232.3

El que tiene todo el poder del cielo y de la tierra restaurará a cada alma arrepentida y creyente. A todos los que lo reciben los faculta para convertirse en hijos de Dios. Tiene profundo interés en cada alma, porque ha pagado el precio de su propia vida para que nadie se pierda eternamente... HHD 232.4

Los que lo reciben y creen en él llegan a ser hijos espirituales de Dios. Son adoptados en la familia real, y mientras tratan de hacer la voluntad de Dios, van conformándose a su imagen.—Carta 264, 1903. HHD 232.5