Hijos e Hijas de Dios

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Purificados por su sangre, 6 de agosto

La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 1 Juan 1:7. HHD 227.1

Algunos hablan de la época judaica como un período sin Cristo, sin misericordia ni gracia. A los tales se aplican las palabras que Cristo dirigió a los saduceos: “Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios”. Durante el período de la dispensación judaica se manifestó maravillosamente el poder divino. Tan gloriosa era la revelación de su presencia que no podía soportarla el hombre mortal. Moisés, tan exaltadamente favorecido por Dios, llegó a exclamar: “Estoy asombrado y temblando”. Pero Dios lo fortaleció para resistir su excelente gloria, y trajo del monte un reflejo de ella en su rostro, de manera que la gente no podía mirarlo de frente, sino que se veía en la obligación de apartarse de él... HHD 227.2

Se les prohibía a los israelitas comer la grasa y la sangre... Esta ley se refería no solamente a las bestias o a los animales destinados al sacrificio, sino a cualquier animal que se empleara como alimento. Esta ley debía grabar en ellos el hecho de que si no hubiera existido el pecado, no hubiera habido tampoco derramamiento de sangre... HHD 227.3

La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la de las víctimas inmoladas, y Dios quería que tuvieran ideas claras y definidas para distinguir entre lo sagrado y lo común. La sangre era sagrada, porque sólo mediante el derramamiento de la del Hijo de Dios podía haber expiación por el pecado. También se empleaba la sangre para purificar el santuario de los pecados del pueblo, para representar de este modo el hecho de que la sangre de Cristo únicamente puede purificar del pecado.—The Signs of the Times, 15 de julio de 1880. HHD 227.4