La Educación Cristiana

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La victoria de la fe

Mucho tienen que aprender los niños y los jóvenes acerca de la piedad temprana. “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4. Esa fe no debe ser inducida a abrazar sentimientos supersticiosos y ficticios. Dejad fuera de vuestra enseñanza las tales ideas, y dad a los niños y a los jóvenes la misma clase de instrucción que dió Cristo: lecciones de fe en un claro “así dice Jehová”. ECR 201.2

La obra de vencer el mal debe ser hecha por la fe. Los que salgan al campo de batalla encontrarán que deben revestirse de toda la armadura de Dios. El escudo de la fe será su defensa, y los habilitará a ser más que vencedores. Ninguna otra cosa tendrá valor sino la fe en Jehová de los ejércitos, y la obediencia a sus órdenes. Los vastos ejércitos pertrechados con todas las otras cosas no tendrán valor alguno en el último gran conflicto. Sin fe, una hueste angélica no podría ayudar. Solamente la fe viva los hará invencibles, y los habilitará para subsistir en el día malo, manteniéndose firmes, inconmovibles y conservando firme hasta el fin el comienzo de su confianza. ECR 201.3

Los jóvenes y las señoritas que no den evidencia de que la verdad ha comenzado en su corazón su obra santificadora, fracasarán si intentan enseñar en alguna escuela de iglesia. Nadie debe elegir el lugar más fácil, ni procurar comprender de la Palabra de Dios solamente lo que le agrada, obedeciendo las cosas que armonizan con sus deseos, y excusándose de aceptar lo que contraría sus inclinaciones, y les exige que lleven la cruz con abnegación. Especialmente los maestros de los niños y jóvenes deben aprender la obediencia. La verdadera fe pregunta al Señor: “¿Qué quieres que haga?” Y cuando el Maestro señala el camino, la fe está dispuesta a hacer su voluntad, a costa de cualquier penuria o sacrificio. ECR 201.4

Maestros, enseñad la sencillez de las Escrituras, para que podáis aprender a presentar claramente las verdades a las mentes juveniles. Vuestro ferviente deseo de contribuir al bien actual y eterno de los niños confiados a vuestro cuidado, debe haceros arrodillar a menudo para buscar consejo de Aquel que es demasiado sabio para equivocarse, y demasiado bueno para dejaros en la impotencia de vuestra propia sabiduría. ECR 202.1

La instrucción bíblica debe ser vigorizada por la vida santa del maestro. Los maestros temerosos de Dios practicarán todo principio que tratan de imprimir en la mente de los niños. Los tales maestros no ven a su Padre celestial sino por el ojo de la fe; pero han aprendido de él; leen su amor en las dispensaciones más penosas. No juzgan a su Creador por las dispensaciones; son participantes de su naturaleza divina. Pueden confiar en Aquel que no retuvo a su Hijo unigénito, sabiendo que con él dará todas las cosas necesarias para su bien espiritual y eterno.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 173-175. ECR 202.2