La Educación
Capítulo 31—La obra de la vida
“Una cosa hago”. Filipenses 3:13.
El éxito en cualquier actividad requiere una meta definida. El que desea lograr verdadero éxito en la vida debe mantener constantemente en vista esa meta digna de su esfuerzo. Esa es la que se propone hoy a los jóvenes. El propósito señalado por el cielo de predicar el evangelio al mundo en esta generación, es el más noble que pueda atraer a cualquier ser humano. Ofrece un campo de acción a todo aquel cuyo corazón ha sido conmovido por Cristo. ED 237.1
El propósito de Dios para los niños que crecen en nuestros hogares es más amplio, más profundo y más elevado de lo que ha logrado abarcar nuestra restringida visión. En lo pasado, Dios ha llamado a personas del origen más humilde a las cuales consideró fieles, para que dieran testimonio acerca de él en los lugares más encumbrados del mundo. Y más de un joven de hoy día que se esté desarrollando como lo hacía Daniel en su hogar de Judea, estudiando la Palabra de Dios y sus obras, y aprendiendo lecciones de servicio fiel, se hallará ante asambleas legislativas, en tribunales de justicia o en cortes reales, como testigo del Rey de reyes. Multitudes serán llamadas a ejercer un ministerio más amplio. El mundo entero se abre al evangelio. Etiopía tiende sus manos a Dios. Desde el Japón, la China y la India, de los países que todavía están en tinieblas en nuestro continente, de toda región del mundo, llega el clamor de corazones heridos por el pecado que anhelan conocer al Dios de amor. Hay millones y millones que no han oído siquiera hablar de Dios ni de su amor revelado en Cristo. Tienen derecho a recibir ese conocimiento. Tienen tanto derecho como nosotros a participar de la misericordia del Salvador. Y a los que hemos recibido este conocimiento, junto con nuestros hijos a quienes podemos impartirlo, nos toca responder a su clamor. A toda casa y toda escuela, a todo padre, maestro y niño sobre los cuales ha brillado la luz del evangelio, se formula en este momento crítico la pregunta que se le hizo a Ester en aquella crisis decisiva de la historia de Israel: “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”1 ED 237.2
Los que piensan en el resultado de apresurar o impedir la proclamación del evangelio, lo hacen con relación a sí mismos y al mundo; pocos lo hacen con relación a Dios. Pocos piensan en el sufrimiento que el pecado causó a nuestro Creador. Todo el cielo sufrió con la agonía de Cristo; pero ese sufrimiento no empezó ni terminó cuando se manifestó en el seno de la humanidad. La cruz es, para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desde su comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios. Le causan pena toda desviación de la justicia, todo acto de crueldad, todo fracaso de la humanidad en cuanto a alcanzar su ideal. Se dice que cuando sobrevinieron a Israel las calamidades que eran el seguro resultado de la separación de Dios: sojuzgamiento a sus enemigos, crueldad y muerte, Dios “fue angustiado a causa de la aflicción de Israel”. “En toda angustia de ellos él fue angustiado. [...] Y los levantó todos los días de la antigüedad”2. ED 238.1
Su “Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Cuando “la creación gime a una”3, el corazón del Padre infinito gime porque se identifica con nosotros. Nuestro mundo es un vasto lazareto, un escenario de miseria al cual no nos atrevemos a dedicar siquiera nuestros pensamientos. Si nos diéramos cuenta exacta de lo que es, el peso sería demasiado aplastante. Sin embargo, Dios lo siente todo. Para destruir el pecado y sus consecuencias, dio a su Hijo amado y nos permite que, mediante la cooperación con él, terminemos con esta escena de miseria. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”4. ED 238.2
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”5, es la orden de Cristo a sus seguidores. No quiere decir esto que todos sean llamados a ser pastores o misioneros en el sentido común de la palabra; pero todos pueden ser colaboradores con él para dar las “buenas nuevas” a sus semejantes. Se da la orden a todos: grandes o chicos, instruidos o ignorantes, ancianos o jóvenes. ED 239.1
En vista de esta orden, ¿podemos educar a nuestros hijos para una vida de convencionalismo respetable, una vida de aparente cristianismo pero que carezca de la abnegación del Maestro, una vida para la cual el veredicto de Aquel que es la verdad sea: “No os conozco”? ED 239.2
Miles lo hacen. Piensan asegurar a sus hijos los beneficios del evangelio, mientras niegan su espíritu. Pero esto no es posible. Los que no aceptan el privilegio de la comunión con Cristo en el servicio, rechazan la única educación que podría capacitarlos para participar con él de la gloria; rechazan la preparación que en esta vida da fuerza y nobleza de carácter. Más de un padre y una madre que negaron sus hijos a la cruz de Cristo, se dieron cuenta demasiado tarde que de ese modo los entregaban al enemigo de Dios y el hombre. Sellaron su ruina, no tan solo para la vida futura, sino para la presente. La tentación los venció. Llegaron a ser una maldición para el mundo, y dolor y vergüenza para los que les dieron el ser. ED 239.3
Incluso cuando quieren prepararse para el servicio de Dios, muchos se desvían debido a los malos métodos de educación. Generalmente se considera la vida como formada por distintos períodos: el del aprendizaje, y el de la acción; el de la preparación y el de la realización. Se envía a los jóvenes a la escuela para que, con el conocimiento adquirido mediante el estudio de los libros, se preparen para una vida de servicio. Apartados de las responsabilidades de la vida diaria, se absorben en el estudio y con frecuencia pierden de vista su propósito. Muere el ardor de su temprana consagración y en muchos nace una ambición personal egoísta. Al graduarse, miles se encuentran fuera de contacto con la vida. Han tratado durante tanto tiempo con cosas abstractas y teóricas, que cuando todo el ser debe despertar para hacer frente a las luchas violentas de la vida real, se encuentran sin preparación. En vez de la obra noble que se habían propuesto, sus energías están siendo absorbidas en la lucha por la mera subsistencia. Después de repetidas desilusiones, con dificultades hasta para ganarse honradamente la vida, muchos se dejan arrastrar por procedimientos dudosos o criminales. Se priva al mundo del servicio que debió haber recibido, y a Dios, de las almas que anhelaba elevar, ennoblecer y honrar como representantes suyas. ED 239.4
Muchos padres se equivocan al establecer diferencias entre sus hijos cuando se trata de la educación. Hacen casi cualquier sacrificio para ofrecer todas las ventajas posibles a uno que parece inteligente y apto, pero no creen que esas mismas oportunidades sean necesarias para los menos promisorios. Se cree que poca educación basta para cumplir con las asignaciones comunes de la vida. ED 240.1
Pero, ¿quién es capaz de decidir entre un conjunto de niños cuál de ellos ha de llevar las responsabilidades más importantes? ¡Cuán a menudo se ha equivocado en esto el criterio humano! Recordemos el caso de Samuel cuando fue enviado a ungir a uno de los hijos de Isaí como rey de Israel. Desfilaron ante él siete jóvenes de aspecto noble. Al contemplar al primero, de rasgos hermosos, formas bien desarrolladas y porte principesco, el profeta exclamó: “¡De cierto delante de Jehová está su ungido!” Pero Dios le dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira no lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. De los siete, el testimonio dado fue: “Jehová no ha elegido a estos”6. Y no se permitió al profeta cumplir su misión hasta que llamaron a David, que estaba cuidando el rebaño. ED 240.2
Los hermanos mayores, entre los cuales se encontraba el que Samuel había elegido, no poseían las cualidades que Dios consideraba esenciales en un dirigente de su pueblo. Orgullosos, egoístas, engreídos, fueron desechados para dar lugar al que consideraban despectivamente, al que había conservado la sencillez y la sinceridad de su juventud y que, aunque pequeño en su propio concepto, podía ser educado por Dios para llevar las responsabilidades del reino. Del mismo modo hoy, en más de un niño cuyos padres lo pasarían por alto, Dios ve aptitudes superiores a las que se manifiestan en otros a quienes se cree promisorios. ED 240.3
Y en cuanto a las posibilidades de la vida, ¿quién es capaz de decidir cuál es grande y cuál pequeña? ¡Cuántos obreros que ocupan lugares humildes en la vida, al crear factores de bendición para el mundo, han logrado resultados que los reyes envidiarían! ED 240.4
Reciba, pues, todo niño, educación para el más alto servicio. “Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno”7. ED 241.1
El lugar indicado para nosotros en la vida lo determinan nuestras aptitudes. No todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficacia el mismo trabajo. Dios no espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro, ni que el olivo alcance la altura de la majestuosa palmera. Pero todos debemos aspirar a la altura a que la unión del poder humano con el divino nos permita alcanzar. ED 241.2
Muchos no llegan a ser lo que debieran porque no emplean el poder que hay en ellos. No echan mano, como tienen que hacerlo, de la fuerza divina. Muchos se desvían de la actividad en la cual alcanzarían verdadero éxito. En procura de más honores, o de una tarea más agradable, intentan algo para lo cual no están preparados. Más de un hombre cuyos talentos se adaptan a una vocación determinada, desea ser profesional; y el que ha tenido éxito como agricultor, artesano o enfermero, ocupa inadecuadamente el puesto de pastor, abogado o médico. Hay otros que pudieron haber ocupado un puesto de responsabilidad, pero por falta de energía, aplicación o perseverancia, se conformaron con un puesto más fácil. ED 241.3
Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios. Esmerarnos en hacer el trabajo que tenemos a mano, encomendar nuestros caminos a Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran el logro de una buena ocupación. ED 241.4
El que descendió del cielo para ser nuestro ejemplo pasó casi treinta años de su vida dedicado al trabajo manual común, pero durante ese tiempo estudió la Palabra y las obras de Dios, y ayudó y enseñó a todos los que estaban dentro de la esfera, de su influencia. Cuando empezó su ministerio público, anduvo sanando a los enfermos, consolando a los tristes y predicando el evangelio a los pobres. Esta es la obra de todos sus seguidores. “Sea el mayor entre vosotros como el más joven” dijo, “y el que dirige, como el que sirve. Porque [...] yo estoy entre vosotros como el que sirve”8. ED 241.5
El amor y la lealtad a Cristo son la fuente de todo servicio verdadero. En el corazón conmovido por su amor nace el deseo de trabajar por él. Estimúlese y, diríjase correctamente ese deseo. Ya sea en el hogar, el vecindario o la escuela, la presencia del pobre, el afligido, el ignorante o el desventurado no debe ser considerada como una desgracia, sino como el medio de proveer una preciosa oportunidad para el servicio. ED 241.6
En esta obra, como en cualquiera otra, se adquiere pericia en el trabajo mismo. Se obtiene eficiencia por medio de la preparación en los trabajos comunes de la vida y al servir a los necesitados y dolientes. Sin esto, los esfuerzos más bien intencionados son con frecuencia inútiles y hasta perjudiciales. Los hombres aprenden a nadar en el agua y no en la tierra. ED 242.1
Otra obligación, considerada ligeramente con demasiada frecuencia, que debe explicarse a los jóvenes despiertos con respecto a las exigencias de Cristo, es la que tiene que ver con su relación con la iglesia. ED 242.2
La relación de Cristo y su iglesia es muy íntima y sagrada; él es el esposo y la iglesia la esposa; él la cabeza, y la iglesia el cuerpo. La relación con Cristo entraña, pues, la relación con su iglesia. ED 242.3
Esta ha sido organizada para servir; y en una vida de servicio a Cristo la relación con la iglesia es uno de los primeros pasos que hay que dar. La lealtad a Jesús exige la ejecución fiel de los deberes impuestos por la iglesia. Esta es una parte importante de nuestra preparación, y una iglesia imbuida de la vida del Maestro guiará decididamente a sus miembros a realizar un esfuerzo en beneficio del mundo exterior. ED 242.4
Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden encontrar la oportunidad de realizar tareas útiles. Organícense en grupos para el servicio cristiano, y la cooperación será para ellos una ayuda y un estímulo. Si los padres y maestros se interesan en la obra de los jóvenes, podrán ofrecerles el beneficio de su experiencia y ayudarles para que sean sus esfuerzos eficaces para el bien. ED 242.5
El trato despierta compañerismo y esta es la base del servicio eficaz. Para despertar en los niños y jóvenes interés y un espíritu de sacrificio en favor de los millones que sufren en los países distantes, familiaríceselos con ellos y sus habitantes. En este sentido, nuestras escuelas pueden hacer mucho. En vez de hablar tanto de las hazañas de los Alejandros y Napoleones de la historia, estudien los niños las vidas de hombres como el apóstol Pablo y Martín Lutero, Moffat, Livingstone y Carey, y la historia actual del esfuerzo misionero que diariamente se va desarrollando. En vez de recargar la memoria con una sucesión de nombres y teorías que no tienen importancia para sus vidas, y a los cuales, una vez fuera del aula, rara vez dedican un pensamiento, estudien todos los países a la luz del esfuerzo misionero y familiarícense con esos pueblos y sus necesidades. ED 242.6
En esta etapa final de la tarea de predicar el evangelio hay un vasto campo que ocupar y, más que nunca antes, la obra debe alistar ayudantes de entre el común del pueblo. Tanto jóvenes como mayores serán llamados del campo, del viñedo y del taller, y enviados por el Maestro para dar su mensaje. Muchos de ellos habrán tenido pocas oportunidades de educarse, pero Cristo ve en ellos cualidades que los capacitarán para cumplir su propósito. Si hacen el trabajo con todo el corazón y siguen aprendiendo, Cristo los capacitará a fin de que puedan trabajar para él. ED 243.1
El que conoce la profundidad de la miseria y la desesperación del mundo, conoce los medios para aliviarlas. Ve por todas partes almas en tinieblas, abrumadas por el pecado, el color y la pena. Pero también ve sus posibilidades; ve la altura adonde pueden llegar. Aunque los seres humanos han abusado de su misericordia, han malgastado sus talentos y han perdido la dignidad de una condición humana semejante a la de Dios, el Creador va a ser glorificado por su redención. ED 243.2
Cristo confía la responsabilidad de trabajar por estos necesitados que se encuentran en los lugares más toscos de la tierra, a los que pueden compadecerse del ignorante y del extraviado. Estará presente para ayudar a los de corazón sensible a la piedad, aunque sus manos sean rudas y torpes. Trabajará por medio de los que pueden ver misericordia en el dolor y ganancia en la pérdida. Cuando pasa la Luz del mundo, se descubre un privilegio en las dificultades, orden en la confusión, éxito en el aparente fracaso. Se ven en las calamidades bendiciones disfrazadas; en los dolores, misericordias. Los obreros provenientes del pueblo común, que comparten las penas de sus semejantes como su Maestro compartió las de toda la especie humana, lo verán, por medio de la fe, trabajar junto a ellos. ED 243.3
“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo”9. ¡Tenemos un mundo que amonestar! ED 243.4
Con una preparación como la que pueden obtener, miles y miles de jóvenes y adultos deben estar entregándose a esta obra. Muchos corazones responden ya al llamamiento del Artífice Maestro, y su número aumentará. Preste todo educador cristiano compañerismo y cooperación a tales obreros. Anime y ayude a los jóvenes que están bajo su cuidado a obtener la preparación necesaria para unirse a las filas de los obreros. ED 243.5
No hay tarea en la que sea posible a los jóvenes recibir mayor beneficio. Todos los que se ocupan en el ministerio constituyen la mano ayudadora de Dios. Colaboran con los ángeles, o más bien, son los instrumentos humanos por medio de los cuales aquellos llevan a cabo su misión. Los ángeles hablan por medio de sus voces y trabajan por medio de sus manos. Y los obreros humanos, al cooperar con los agentes celestiales, reciben el beneficio de su educación y su experiencia. Como medio educativo, ¿qué “curso universitario” puede igualar a este? ED 244.1
Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir! ¡Cuán pronto vendría el fin, el fin del sufrimiento, del dolor y del pecado! ¡Cuán pronto recibirían nuestros hijos, en vez de una posesión aquí, marchita por el pecado y el dolor, una herencia donde “los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”; donde “no dirá el morador: Estoy enfermo”; y “nunca más se oirán en ella voz de lloro”10. ED 244.2