Liderazgo Cristiano
Reuniones de junta
El encuentro con Dios—“Recuerden los que asisten a reuniones de junta que se encuentran con Dios, quien les ha dado su obra. Reúnanse con reverencia y consagración del corazón. Se reúnen para considerar asuntos importantes relacionados con la causa de Dios En todo detalle sus acciones deben demostrar que desean comprender su voluntad acerca de los planes que se han de trazar para el progreso de su obra”.—Joyas de los Testimonios 3:196. LC 87.1
Rendir cuentas a Dios—“Que todo aquel que debe sentarse en comisión y reunión de junta escriba en su corazón las palabras: ‘Trabajo para este tiempo y para la eternidad; soy responsable ante Dios por los motivos que me impulsan a obrar’. Sea éste su lema. Sea su oración la del salmista: ‘Pon, oh Jehová, guarda a mi boca; guarda la puerta de mis labios. No dejes se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías’”. Salmos 141:3, 4.—Joyas de los Testimonios 3:198. LC 87.2
Más oración—“Si hubiese más oración en las juntas de los que llevan responsabilidades, si los corazones se humillasen más delante de Dios, veríamos abundantes evidencias de la dirección divina, y nuestra obra haría rápidos progresos”.—Joyas de los Testimonios 3:242. LC 87.3
No discutir puntos de menor importancia—“En nuestras reuniones administrativas es importante que no se pierda un tiempo precioso en debatir puntos de poca importancia. No debe practicarse la costumbre de críticas mezquinas; porque deja las mentes perplejas y confusas, y envuelve en misterio las cosas más claras y sencillas”.—Obreros Evangélicos, 462. LC 87.4
Reuniones de negocio ordenadas—“No malgasten un momento en conversaciones sin importancia; porque los asuntos del Señor deben dirigirse en forma perfecta y eficiente. Si algún miembro de una junta es descuidado e irreverente, recuérdesele que está en la presencia de un Testigo que pesa todas las acciones”.—Joyas de los Testimonios 3:196. LC 87.5
Alimentación y toma de decisiones—“Sentados ante mesas abundantemente cargadas, ciertos hombres comen a menudo mucho más de lo que pueden digerir fácilmente. El estómago recargado no puede hacer debidamente su trabajo. El resultado es una sensación desagradable de embotamiento del cerebro, y el espíritu no actúa prestamente. Las combinaciones impropias de alimentos crean disturbios; se inicia la fermentación; la sangre queda contaminada y el cerebro se confunde. LC 87.6
“El hábito de comer en exceso, o de comer demasiadas clases de alimentos en una comida, causa con frecuencia dispepsia. Se ocasiona así un grave daño a los delicados órganos digestivos. El estómago protesta en vano y suplica al cerebro que razone de causa a efecto. La excesiva cantidad de alimento ingerido, o la combinación impropia, hace su obra perjudicial. En vano dan su advertencia las prevenciones desagradables. El sufrimiento es la consecuencia. La enfermedad reemplaza a la salud. LC 88.1
“Puede ser que algunos pregunten: ‘¿Qué tiene que ver esto con las reuniones de junta?’ Muchísimo. Los efectos de comer en forma errónea penetran en las reuniones de concilios y de junta. El cerebro queda afectado por la condición del estómago. Un estómago desordenado produce un estado mental desordenado e incierto. Un estómago enfermo produce una condición enfermiza del cerebro, y con frecuencia le induce a uno a sostener con terquedad opiniones erróneas. La supuesta sabiduría de una persona tal es insensatez para Dios. LC 88.2
“Presento esto como la causa de la situación creada en muchas reuniones de concilio y de junta en las cuales ciertas cuestiones que requerían estudio cuidadoso recibieron poca consideración, y se tomaron apresuradamente decisiones de la mayor importancia. Con frecuencia, cuando debiera haberse tenido unanimidad en la afirmativa, ciertas negativas resueltas cambiaron por completo la atmósfera que reinaba en una reunión. Estos resultados se me han presentado vez tras vez. Expongo estos asuntos ahora, porque se me ha indicado que diga a mis hermanos en el ministerio: ‘Por la intemperancia en el comer se incapacitan para ver claramente la diferencia entre el fuego sagrado y el común. Y por esta intemperancia revelan también su desprecio hacia las advertencias que el Señor les ha dado’. La palabra que él les dirige es: ‘¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados?” Isaías 50:10, 11.—Testimonios para la Iglesia 7:245, 246. LC 88.3