Liderazgo Cristiano
Delegar responsabilidades
Compartir la responsabilidad—“Los hombres dirigentes deben delegar responsabilidades sobre otros y permitirles trazar planes e idear medios y ponerlos en ejecución, de manera que puedan adquirir experiencia. Déseles una palabra de consejo cuando sea necesario, pero no se les quite el trabajo porque se piensa que están cometiendo errores. Dios se apiade de su causa cuando se siga sin discusión la mente y el plan de un solo hombre. El Señor no sería honrado si existiera ese estado de cosas. Todos nuestros obreros deben tener oportunidad de ejercer su propio juicio y discreción. Dios ha dado talentos a los hombres que él se quiere que usen. Les ha dado mente y quiere que sean pensadores, y que tengan sus propios pensamientos y sus propios planes, en lugar de depender de otros para que piensen por ellos. LC 52.1
“Creo que he presentado este asunto muchas veces delante de ustedes, pero no veo que hayan cambiado su comportamiento. Queremos que todos nuestros hombres responsables deleguen responsabilidades en los demás. Asignen a otras personas ciertas tareas que los obliguen a trazar planes y a usar su buen juicio. No los eduquen para que dependan del juicio de ustedes. Los jóvenes deben ser adiestrados para ser pensadores. Hermanos míos, no crean ni por un instante que su forma de obrar es perfecta y que los que se relacionan con ustedes deben ser su sombra, el eco de sus palabras, y que deben repetir sus ideas y ejecutar sus planes”.—Testimonios para los Ministros, 302, 303. LC 52.2
Mirar a Dios y no al hombre—“Tuve una larga conversación con el Hno. Bell. Le dije muchas cosas. Traté de explicarle en qué nuestros dirigentes se habían equivocado y habían obstaculizado la obra que estaban tan ansiosos de hacer progresar. Cada uno pensó que él era la persona que tenía que asumir todas las responsabilidades, y se extendieron sobre demasiado terreno y fallaron en educar a otros para pensar, actuar, ser custodios y aligerar cargas, porque no les dieron oportunidad de hacerlo. LC 52.3
“Yo le dije que no era el plan de Dios que las cosas estuvieran así. Él había actuado de esa manera, y había acumulado sobre sí mismo tantas cargas que no tenía fuerzas para llevarlas y no podía hacer justicia en nada. Dios le dio a cada hombre su trabajo de acuerdo con la habilidad de cada uno y, cuando un hombre albergó la idea que debía asumir toda la responsabilidad porque creía que podía hacer las cosas en forma un poco más perfecta que otros, cometió pecado contra sí mismo y contra sus hermanos. Él estaba educando a la gente a que lo miraran, a que esperaran que todo debía pasar a través de él, y no fueron educados para mirar a Dios y esperar que Dios hiciera grandes cosas para ellos. Ellos dependieron de otros y confiaron en otros en vez de confiar en el Dios viviente; por tanto, muchos no tienen la experiencia que deberían tener y que los convertiría en obreros eficientes”. Carta 24, 1883, p. 1, 2, (23 de agosto de 1883, a Willie y Mary White). LC 52.4
Que otros aprendan a llevar responsabilidades—“Estoy hondamente preocupada por sus constantes trabajos agotadores. Por favor, hagan trabajar a otros y trabajen ustedes mucho menos. Dios no quiere que usted y el Pr. Haskell se sacrifiquen. Él desea que ustedes dejen de lado el trabajo y sean más bien planificadores y administradores. Vendrán tiempos cuando vuestros trabajos especiales serán una necesidad positiva, pero yo protesto contra el hecho de que ustedes tomen sobre sí tanto trabajo. Dios no lo requiere de ustedes y ustedes no deben hacerlo. ¿Aceptarán el consejo? ¿Permitirán que otros aprendan a llevar responsabilidades, aunque cometan errores, mientras ustedes sigan viviendo y puedan enseñarles a trabajar? LC 53.1
“Se me ha mostrado que usted y el Pr. Haskell, a la edad que tienen, deben poner cargas sobre otros. Asistan a menos congresos, hablen y trabajen menos en los congresos a los que asisten, y esto forzará a otros a ponerse al frente para obtener una experiencia que es esencial para ellos. Para lograrlo, ustedes deben hacer menos y otros deben trabajar más. Me ha sido mostrado que la obra está creciendo más y más en importancia, y necesitamos la ayuda de manos ancianas. Necesitamos a estos hombres de experiencia como consejeros. No podemos prescindir de ellos. Esta no es la voz de la Hna. White, sino el mensaje de Dios para ustedes. ¿Harán caso ustedes dos? ¿Serán prudentes? ¿Están dispuestos a ser administradores y a trabajar menos?” Carta 117, 1886, p. 6, (25 de junio de 1886, a los Hnos. Butler y Haskell. Edades en ese momento: Butler, 52; Haskell, 53). LC 53.2
El peligro de la exaltación propia—“Ahora bien, mi hermano, yo siento por usted el más profundo interés; sino fuera así, no le habría escrito en la forma que lo hice. Pero en cuanto a mí, tengo que ser fiel. Yo digo las cosas tal como son, y si bien yo quisiera que todos en el sanatorio estuviesen unidos por lazos de perfecta unión, sin embargo no quisiera esa clase y calidad de unión en la que usted es cerebro y juicio para cada uno de ellos, y que ellos consideren cada proposición y plan, cada palabra y acción suya como libre de error c falta. En la multitud de consejeros hay seguridad. Dios no quiere tener muchas mentes a la sombra de la mente de un hombre. Dios ha dado a los hombres cerebros para que los usen, intelectos para que los cultiven, y sean empleados para su gloria; él debe ser el único que amolde, controle y forme las mentes según su propia imagen. LC 53.3
“Los hombres son nada más que hombres, cualquiera que sea su trabajo. Mientras mayor sea la responsabilidad de una posición, más importante es que la persona que ocupa esa posición no reciba más honores o ensalzamiento de lo que sea para su bien. El hecho es que las personas son arruinadas por las alabanzas y los honores que se les otorgan como si fuesen infalibles. Si bien se debe respetar como corresponde a quienes Dios ha confiado talentos más que comunes, ese hombre así investido de cualidades necesita andar más humildemente y más estrechamente con Dios mientras progresa. Toda la influencia que esas aptitudes le confieren, lo harán un hombre mejor, más santo, más manso y humilde, o lo llevarán a pensar lo que otros han pensado: ‘No soy un hombre común, y puedo hacer cosas que otros no pueden hacer, y no pecaré’. Este es un error común, pero es también un error destructivo. Tal hombre necesita aprender diariamente importantes lecciones del más grande Maestro que el mundo jamás haya conocido. Cristo tiene que morar en el corazón de ese hombre, así como la sangre tiene que estar en el cuerpo, circulando como un poder vivificante. LC 54.1
“No puedo ser más apremiante en cuanto a este asunto. No puedo recalcar tan poderosamente como quisiera que usted no debería confiar en sí mismo”. Carta 7, 1886, (26 de abril de 1886, a J. H. Kellogg). LC 54.2
Dividir responsabilidades—“Me siento un poco preocupada por usted. Soñé que usted me contaba algunas de sus pruebas, y le dije: ‘Mi hermano, si usted hubiese tenido el espíritu que tenía Moisés, tendría la ayuda de obreros capaces’. Cuando Moisés tenía muchas cargas, el Señor hizo surgir un Jetro como consejero y ayudador. El consejo fue aceptado, y las cargas que pesaban sobre él fueron repartidas entre otros, y se logró un doble objetivo: Moisés fue aliviado y tuvo una mejor oportunidad para su vida, y los hombres aprendieron a llevar responsabilidades, calificándose para trabajar en posiciones de confianza, con el fin de que Israel no se acostumbrara a mirar a un solo hombre, y pensar que nadie podía hacer algo por ellos a menos que el asunto fuera presentado delante de ese hombre. Sé que es difícil desligarse de algunas responsabilidades y darle a otros una oportunidad de asumirlas, con todas las ventajas que su consejo y conocimiento para ayudarlos. Y a menos que esto se haga antes de no mucho tiempo, ellos tendrán que asumir la pesada dirección sin la instrucción y el consejo que ahora tienen el privilegio de tener”.—Carta 64, 1886. LC 54.3
La sabiduría de Dios tiene que ser entretejida en la experiencia diaria—“Con la gracia de Cristo en el ser, usted puede ser poderoso por medio de Dios, haciendo retroceder los poderes de las tinieblas. Ningún otro poder sino sólo la verdad lo mantendrá firme, teniendo siempre en vista la gloria de Dios. Los que están estrechamente relacionados con usted tienen solemnes responsabilidades. Usted deposita confianza en ellos, y es su deber aferrarse a Dios, y estar atento a su gloria, tomándose firmemente del brazo de la Omnipotencia, no confiando o apoyándose en algún brazo humano. Ellos deberían utilizar hasta el máximo las facultades que Dios les ha dado, porque tendrán que dar cuenta de ellas al mismo Dios. Deberían estar creciendo constantemente; nunca deben cesar en su progreso. Pero se los debería alistar con toda la ayuda que se les pueda dar como soldados de Jesucristo en esta guerra santa. Todo el conocimiento que el apóstol pueda reconocer como verdadera ciencia, debiera adquirirla hasta donde sea posible. Todo lo que pueda fortalecer o expandir la mente, debiera ser cultivado hasta el máximo de los poderes individuales. Y si bien es privilegio de los que están conectados con usted el adquirir todo esto, solamente unos pocos están alcanzando la norma, y existe el peligro de que ellos sean engañados en cuanto a sus propias adquisiciones. Si no progresan, retrocederán, y usted mismo estará bajo engaño, a menos que la sabiduría que procede de Dios sea entretejida tanto en la experiencia diaria de usted como en la de ellos. LC 54.4
“He pensado en las razones que usted tiene para no confiar responsabilidades a sus obreros; pero usted no ha sido tan chasqueado y afligido como nuestro Redentor lo ha sido por nuestro trabajo chapucero. Hemos demostrado demasiado poca fidelidad hacia quien nos compró con su propia sangre... LC 55.1
“Me siento contenta con cada poquito de interés que usted muestra en asuntos religiosos. La manera de llegar a ser grande y noble es ser como Jesús, puro, santo e incontaminado. Tal como veo las cosas, los honores que usted pueda recibir de mécidos y de grandes hombres no son de mucho valor, pero el honor que puede recibir del Señor es del más alto valor. Yo deseo que usted no llegue a ser casi vencedor, sino completamente vencedor, y más que vencedor por medio de Aquel que lo amó y entregó su propia vida para salvarlo de la ruina. Usted necesita cada día más y mayor confianza en Dios. Yo deseo que usted sea el hombre más feliz que llegue al cielo. Yo deseo que usted esté en paz con Dios aquí, y que pueda estar en el cielo después. Usted tiene que pelear la batalla de la fe con el fin de vencer el escepticismo y la infidelidad”. Carta 7, 1886, (26 de abril de 1886, a J. H. Kellogg). LC 55.2
Consejo a un dirigente egoísta—“Mientras usted tiene demasiado que hacer, otros tienen muy poco. Usted no les concede a otros la oportunidad de mejorar en eficiencia por medio de la experiencia práctica. Usted consiente en ser ayudado y asesorado si sus ayudantes dejan que la responsabilidad principal descanse en usted. Especialmente entre sus compatriotas, usted desea ser colocado por sobre todos los demás. LC 55.3
“Pareciera que usted no tiene la habilidad de educar a los jóvenes y darles la oportunidad de hacer aquello para lo cual tienen talentos si se les diera la oportunidad de aprender. Esta es la obra que debiera haber sido hecha, pero que usted dejó sin hacer. Si usted fuese desinteresado, si tuviera la mansedumbre y la humildad de Cristo, aprendería a entrenar a los jóvenes para el servicio útil... LC 56.1
“Usted no busca pacientemente familiarizar a otros con todos los aspectos de la obra. Esto es así porque usted desea ser el primero, y no quiere que otros lleguen a conocer los detalles de la obra, ni que lleguen a ser tan eficientes como usted. Usted tiene demasiado confianza en sí mismo, demasiada alta estima de su propia habilidad. Usted debiera tener hoy a su lado a un gran número de obreros inteligentes a quienes debería haber entrenado. Pero usted ha amoldado las cosas de acuerdo con sus propias nociones estrechas, y por eso todavía permanece casi solo... LC 56.2
“Es su deber cambiar su modo de actuar; aprender a ver y a reconocer habilidad y talento en otros y no solamente en usted. Por amor a Cristo, no trate de señorear sobre su heredad, sino sea un ejemplo para la manada. Ofrezca a otros el beneficio de todo el conocimiento que el Señor le ha dado a usted. Él le ha dado a usted ese conocimiento para que lo imparta. Enseñe a otros todo lo que usted sabe, no de una manera arbitraria, burlándose de sus errores y ridiculizando su ignorancia; sino con un espíritu bondadoso, sentándose usted mismo a los pies de Jesús como un aprendiz. Lleve jóvenes a la casa de la misión y sea su instructor, enseñándoles como si enseñara a estudiantes en una escuela”. Carta 10, 1884, (27 de octubre de 1884, a J. O. Corliss). LC 56.3
“En la actualidad, al Señor le agradaría que los que están ocupados en cualquier parte de su obra, se cuidaran contra la tendencia a asumir sobre sí mismos responsabilidades que no han sido llamados a llevar. Algunos de sus siervos deben dirigir los asuntos administrativos relacionados con su obra en la Tierra; otros deben velar por los asuntos espirituales. Cada obrero debe tratar de hacer bien su parte, dejando a otros los deberes que les fueron confiados”.—Advent Review and Sabbath Herald, 5 de octubre de 1905. LC 56.4
Confiar en el criterio de otros—“Por otra parte, no piensen [los administradores] que los hombres que siguen sus ideas son los únicos en quienes se puede confiar. A veces ustedes han pensado que porque ellos cumplen su voluntad al pie de la letra son los únicos de quienes pueden depender. Si alguien ejerciera su propio juicio y discrepara con ustedes, se habrían separado de él como si fuera una persona en quien no se puede confiar. Aparten sus manos de la obra y no la tengan tan firmemente asida. Ustedes no son los únicos hombres que Dios puede usar. Den lugar al Señor para que utilice los talentos que él ha confiado a otros hombres, para que la causa pueda crecer. Denle al Señor la oportunidad de usar las mentes de otros hombres. Estamos perdiendo mucho por causa de nuestros planes e ideas estrechos. No obstruyan el camino del progreso de la obra. Permitan, en cambio, que el Señor obre por medio de quienes él quiera. Eduquen, animen a los jóvenes a pensar y a actuar, a proyectar y a planear, con el fin de que tengan una multitud de consejeros”.—Testimonios para los Ministros, 303. LC 56.5
No hay realeza en la Iglesia Adventista—“Dios no ha establecido realeza alguna en la Iglesia Adventista del Séptimo Día para controlar todo el cuerpo, o para controlar algún ramo de la obra. No ha dispuesto que la carga de la dirección descanse sobre unos pocos hombres. Las responsabilidades están distribuidas entre un gran número de hombres competentes”.—Joyas de los Testimonios 3:240. LC 57.1