Cada Día con Dios

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Siempre adelante, 25 de abril

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:7, 8. CDCD 122.1

Por medio de la poderosa acción del Espíritu Santo el gobierno de Satanás será sometido y subyugado. Es el Espíritu Santo quien convence de pecado y lo destierra del alma con el consentimiento del ser humano. Entonces se somete la mente a una nueva ley: La real ley de libertad. Jesús vino a romper las cadenas de la esclavitud del pecado en el alma; porque el pecado sólo puede triunfar cuando se extingue la libertad del alma. Jesús llegó a la más profunda desgracia y miseria humanas, y su amor atrae al hombre junto a él. Por medio de la acción del Espíritu Santo eleva la mente de su degradación, y la liga a la realidad eterna. Gracias a los méritos de Cristo el hombre puede poner en acción las más nobles facultades de su ser, y desterrar el pecado de su alma... CDCD 122.2

Mientras andamos de acuerdo con los mandamientos de Dios, seguimos por el camino trazado para que los redimidos del Señor caminen por él. Los fieles de todas las edades han caminado por esta senda, y han resplandecido como luces en el mundo. En esta época la luz que ellos transmitieron ha resplandecido con un brillo mayor sobre la senda de los que caminan en medio de las tinieblas. Algunos han recibido la verdad, la han creído y la han obedecido. La luz del mensaje del tercer ángel ha penetrado en muchas mentes oscurecidas. La luz de la sabiduría, la bondad, la misericordia y el amor de Dios ha brillado por medio de su Santa Palabra. No estamos en el lugar donde estuvieron nuestros padres. Una luz mayor está brillando sobre nosotros en estos últimos días. Dios no nos puede aceptar ni podemos honrarlo brindándole el mismo servicio y haciendo la misma obra que hicieron nuestros padres. CDCD 122.3

A fin de ser considerados inocentes delante de Dios, debemos ser tan fieles en nuestro tiempo al seguir y obedecer la luz que tenemos, como lo fueron ellos al seguir y obedecer la luz que resplandeció sobre ellos. De cada miembro de su iglesia, nuestro Padre Celestial requiere fe y frutos conforme a la gracia y a la luz concedidas. Dios no puede aceptar nada menos. Cada alma deberá colocarse donde la luz brille sobre ella. Debe atesorar cada rayo de luz, para que pueda brillar más y bendecir las almas de los demás con el resplandor proveniente del cielo.—The Review and Herald, 25 de abril de 1893. CDCD 122.4