Cada Día con Dios

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Un corazón agradecido, 6 de febrero

Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5:20. CDCD 43.1

A Dios le agradaría que usted hiciera un esfuerzo para olvidarse de sí misma. Comience por agradecer al Señor por su hogar, por el agradable ambiente que la rodea y por las muchas bendiciones temporales que le concede. Al corresponder con gratitud al Señor por su bondad, puede hacer algo por Aquel que lo hizo todo por usted. Considere la profundidad de la compasión que el Salvador manifestó hacia usted. Por usted dio su vida y sufrió cruel muerte de cruz. ¿No puede alabar a Dios por esto? Si desea ocultar su vida en Cristo, él la recibirá. CDCD 43.2

Si quisiera demostrar que tiene una fe dinámica, mediante el ejercicio cotidiano de su fuerza de voluntad, sus facultades se fortalecerían. Lo sé por experiencia propia. Recuerdo cómo recobraron su flexibilidad mis facultades al esforzarme por ejercitarlas. ¿Tratará de ponerse en movimiento y de albergar un espíritu alegre? Ponga su confianza en Jesús. Tenga fe en él, y sea dócil en sus manos. Recibirá gran bendición cuando mude sus hábitos... CDCD 43.3

Después de ir a Australia sufrí de reumatismo durante once meses. No podía dar un paso sin experimentar mucho dolor... CDCD 43.4

Durante esos once meses de sufrimiento... no quise ceder. Mi brazo derecho estaba sano a partir del codo, de manera que pude usar la pluma y escribí dos mil quinientas páginas en papel tamaño carta para su publicación. Durante ese período experimenté los dolores más terribles de mi vida... CDCD 43.5

Pero todo esto tiene su lado feliz. Me parecía que mi Salvador estaba a mi lado, muy cerca de mí. Sentía su sagrada presencia en mi corazón y estaba tan agradecida. Esos meses de sufrimiento fueron los más felices de mi vida, debido a la compañía de mi Salvador... Su amor llenaba mi corazón. Durante toda mi enfermedad, su amor, su tierna compasión, eran mi consuelo... CDCD 43.6

Contemple a Jesús, su piadoso y amante Salvador. Si le entrega a Cristo su alma desamparada, él le proporcionará gozo y paz. Será su corona de regocijo, su recompensa inestimable.—Carta 34, del 6 de febrero de 1907, dirigida a la esposa de un administrador de asociación, residente en Australia. CDCD 43.7