Cada Día con Dios

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La medida del cristianismo, 17 de enero

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Mateo 5:13. CDCD 23.1

Los que ocupan cargos de responsabilidad, deben disponer de autoridad para poder actuar, pero nunca deben usarla para negar ayuda a los necesitados y desamparados. Nunca se la debe ejercer para desanimar y deprimir a un alma que lucha. Los que ocupan puestos de influencia recuerden siempre que Dios desea que tengan la actitud de Cristo quien, tanto por creación como por redención, es el dueño de todos los hombres... CDCD 23.2

La verdadera piedad se mide por el trabajo realizado. La profesión de fe no vale nada; el cargo que se ocupa, tampoco. Un carácter semejante al de Cristo es la evidencia que debemos dar de que Dios envió a su Hijo al mundo. Los que profesan ser cristianos, pero no actúan como Cristo lo haría en su lugar, perjudican grandemente la causa de Dios. Representan mal a su Salvador y están en una posición falsa. CDCD 23.3

El verdadero discípulo, en cuyo corazón Cristo habita, manifiesta ante el mundo el amor de Jesús por la humanidad. Es la mano ayudadora de Dios. El resplandor de la salud espiritual vivifica todo su ser a medida que recibe gracia del Salvador para proporcionarla a los demás... CDCD 23.4

La religión pura e incontaminada no es un sentimiento, sino obras de amor y misericordia. Esta religión es necesaria para la salud y la felicidad. Entra en el templo contaminado del alma, y con un azote expulsa al pecaminoso usurpador. Al tomar posesión del trono, lo santifica todo con su presencia, e ilumina el corazón con los resplandecientes rayos del Sol de Justicia. Abre las ventanas del alma hacia el cielo, para permitir que penetren los rayos del amor de Dios. Esto trae serenidad y tranquilidad. Aumenta la fuerza física, mental y moral, porque la atmósfera del cielo, como un medio viviente y activo, llena el alma. Cristo, la esperanza de gloria se forma en el corazón... CDCD 23.5

Cuando los cristianos no revelan a Cristo, ¿cuánto valen? ¿No son como la sal insípida que “no sirve para nada”? Pero cuando manifiestan en sus vidas las propiedades salvadoras de la verdad, las pobres almas pecadoras no quedan abandonadas para perecer en su corrupción...—Carta 7, del 17 de enero de 1901, dirigida a los hermanos que ocupan puestos de confianza. CDCD 23.6