Cada Día con Dios

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El camino, la verdad y la vida, 11 de mayo

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan 15:7. CDCD 138.1

Hay quienes se ubican por encima de la sencillez de Jesucristo, suponiendo que deben hacer algo grande para hacer las obras de Dios. Cosas de naturaleza temporal absorben la atención de otros, y dedican muy poco tiempo o meditación a las realidades eternas. Agotados por las preocupaciones que apartan sus mentes de las cosas espirituales, no encuentran tiempo para estar en comunión con Dios. Constantemente se hacen esta pregunta: “¿De dónde puedo sacar tiempo para estudiar y poner en práctica la Palabra de Dios?” CDCD 138.2

Cristo conoce las dificultades que prueban a cada alma y dice: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:4, 5. CDCD 138.3

Nuestro primer deber, y el más grande de todos, es saber que permanecemos en Cristo. El debe hacer la obra. Debemos intentar saber “qué dice el Señor”, sometiendo nuestras vidas a su gobierno. Cuando el Espíritu de Cristo mora en nosotros, todo cambia. Sólo el Salvador puede darnos el descanso y la paz que tanto necesitamos. Y en cada invitación que nos hace para buscar al Señor a fin de que lo encontremos, nos está llamando para que moremos en él. Esta invitación no consiste solamente en que vayamos a él, sino que permanezcamos en él. El Espíritu de Dios nos impulsa a acudir. Cuando tenemos ese descanso y esa paz, nuestras preocupaciones diarias no nos inducirán a ser ordinarios, toscos y descorteses. No seguiremos más nuestro propio camino y nuestra voluntad. Desearemos hacer la voluntad de Dios, morando en Cristo como los pámpanos se hallan unidos en la vid. CDCD 138.4

Cristo dice de sí mismo que es “el camino, la verdad y la vida”. Se dice que el camino al cielo es una senda angosta, trazada para que los redimidos anden por ella. Pero la verdad ilumina esta senda... CDCD 138.5

Para nosotros la salvación significa una entrega total del espíritu, el alma y el cuerpo... La única esperanza para el pecador es dejar de pecar. Así su voluntad estará en armonía con la voluntad de Cristo. Su alma será puesta en comunión con Dios.—Manuscrito 73, del 11 de mayo de 1899, “Morad en Mí”. CDCD 138.6