Consejos para la Iglesia

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Integridad cristiana

En cada transacción comercial sed estrictamente honrados. Aunque os sintáis tentados, no engañéis ni mintáis en lo más mínimo. A veces un impulso natural puede tentar a alejarse del camino recto de la honradez, pero no variéis ni en el grosor de un cabello. Si en algún asunto habéis hecho una declaración acerca de lo que haréis, y después descubrís que habéis favorecido a otro contra vuestros propios intereses, no os alejéis ni un milímetro del principio. Cumplid vuestro convenio.2 CPI 147.2

La Biblia condena en los términos más enérgicos toda mentira, trato falso e improbidad. Lo bueno y lo malo se manifiestan claramente. Pero se me mostró que el pueblo de Dios se ha puesto sobre el terreno del enemigo, ha cedido a sus tentaciones y ha seguido sus designios hasta que sus sensibilidades han quedado terriblemente embotadas. Una ligera desviación de la verdad, una pequeña variación de los requisitos de Dios no se considera tan pecaminosa cuando entraña ganancia o pérdida pecuniaria. Pero el pecado es pecado, ya lo cometa el millonario o el mendigo de la calle. Los que obtienen propiedades por medio de la falsedad están trayendo condenación sobre su alma. Todo lo que se obtiene por medio del engaño y el fraude, será tan sólo una maldición para quien lo reciba.3 CPI 148.1

Pierde su respeto propio [se refiere a quien miente o práctica el engaño]. Tal vez no sea consciente de que Dios le ve y conoce cada una de sus transacciones comerciales, que los santos ángeles pesan sus motivos y escuchan sus palabras, y que será recompensado según sus obras; pero aun cuando pudiera ocultar de la inspección humana y divina su mal proceder, el hecho de que él mismo lo conoce degrada su mente y carácter. Un acto no determina el carácter, pero quebranta la valla, y es más fácil admitir la siguiente tentación, hasta que finalmente se ha contraído un hábito de prevaricación e improbidad en los negocios, y no se puede tener confianza en el hombre.4 CPI 148.2

Dios quiere que los hombres que están a su servicio, bajo su estandarte, sean estrictamente honrados, de carácter irreprochable, que sus lenguas no pronuncien nada que se parezca a la mentira. La lengua debe ser veraz, los ojos deben ser veraces, las acciones deben ser íntegras como las que Dios puede encomiar. Estamos viviendo ante la presencia de un Dios santo, quien declara solemnemente: “Yo conozco tus obras”. El ojo divino nos contempla continuamente. No podemos ocultar un solo acto ofensivo para Dios. Muy pocos comprenden la verdad de que Dios es testigo de cada una de nuestras acciones.5 CPI 149.1