Consejos para la Iglesia

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Representad a Dios por una vida abnegada

El pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios. En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción. Pablo podía decir: “Cada día muero”. 1 Corintios 15:31. Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros. A muchos les falta decididamente amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su deber, procuran más bien su propio placer. CPI 143.1

En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felicidad de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.6 CPI 144.1

Me fue mostrado que establecemos demasiadas comparaciones entre nosotros mismos, tomando a hombres falibles por nuestro modelo, cuando tenemos un Dechado seguro e infalible. No debemos medirnos por el mundo ni por las opiniones de los hombres, ni por lo que éramos antes de aceptar la verdad. Nuestra fe y nuestra posición en el mundo, tal como son ahora, deben compararse con lo que habrían sido si nuestra senda nos hubiese llevado siempre hacia adelante y hacia arriba desde que profesamos seguir a Cristo. Esta es la única comparación que se puede hacer sin peligro. En cualquier otra que se haga, habrá engaño. Si el carácter moral y el estado espiritual de los hijos de Dios no corresponden a las bendiciones, los privilegios y la luz que él les ha concedido, aquellos son pesados en la balanza, y los ángeles los declaran faltos.7 CPI 144.2