Consejos para la Iglesia

94/325

La boda debería ser una ocasión sencilla y feliz

El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano sino que lo incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. El amor humano no puede llevar su precioso fruto antes de estar unido con la naturaleza divina y enderezado hacia el cielo. Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices. CPI 225.1

Las Escrituras declaran que Jesús y sus discípulos fueron invitados a esta boda [de Caná]. Cristo no dio a los cristianos autorización para decir, al ser invitados a una boda: “No deberíamos asistir a una ocasión de tanto gozo”. Al asistir a aquel banquete Cristo enseñó que quiere vernos regocijarnos con los que se regocijan en la observancia de sus estatutos. Nunca desaprobó las fiestas inocentes de la humanidad cuando se celebraban de acuerdo con las leyes del Cielo. Es correcto que quienes siguen a Cristo asistan a una fiesta que él honró con su presencia. Después de participar de aquel banquete, Cristo asistió a muchos otros y los santificó por su presencia e instrucción. CPI 225.2

No hay motivo para hacer mucha ostentación, aun cuando los contrayentes se correspondan perfectamente. CPI 225.3

Siempre me ha parecido impropio que la ceremonia del matrimonio vaya asociada con mucha hilaridad, algazara y simulación. No debe ser así. Es un rito ordenado por Dios, que debe considerarse con la mayor solemnidad. Cuando se establece una relación familiar aquí en la tierra, debe ser una demostración de lo que será la familia en el cielo. Se ha de dar siempre el primer lugar a la gloria de Dios.1 CPI 225.4