Consejos para la Iglesia

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Es mejor romper un compromiso imprudente

Sólo en Cristo puede formarse una unión matrimonial feliz. El amor humano debe fundar sus más estrechos lazos en el amor divino. Sólo donde reina Cristo puede haber cariño profundo, fiel y abnegado.1 CPI 222.1

Aun cuando haya aceptado el compromiso sin una plena comprensión del carácter de la persona con la cual pensaba unirse, no crea usted que ese compromiso la obliga a asumir los votos matrimoniales y a unirse para toda la vida con alguien a quien no puede amar ni respetar. Tenga mucho cuidado con respecto a aceptar compromisos condicionales; pero es mejor, sí, mucho mejor, romper el compromiso antes del casamiento que separarse después, como hacen muchos. CPI 222.2

Tal vez usted diga: “Pero yo he dado mi promesa, ¿debo retractarme de ella?” Le contesto: Si usted ha hecho una promesa contraria a las Sagradas Escrituras, por lo que más quiera retráctela sin dilación, y con humildad delante de Dios arrepiéntase de la infatuación que la indujo a hacer una promesa tan temeraria. Es mucho mejor retirar una promesa tal, en el temor de Dios, que cumplirla y por ello deshonrar a su Hacedor. CPI 222.3

Cada paso dado hacia el matrimonio debe ser acompañado de modestia, sencillez y sinceridad, así como del serio propósito de agradar y honrar a Dios. El matrimonio afecta la vida ulterior en este mundo y en el venidero. El cristiano sincero no hará planes que Dios no pueda aprobar.2 CPI 222.4

El corazón anhela amor humano, pero este amor no es bastante fuerte, ni puro, ni precioso para reemplazar al amor de Jesús. Únicamente en su Salvador puede la esposa hallar sabiduría, fuerza y gracia para hacer frente a los cuidados, responsabilidades y pesares de la vida. Ella debe hacer de él su fuerza y guía. Dése la mujer a Cristo antes que darse a otro amigo terrenal y no forme ninguna relación que contraríe eso. Los que quieren disfrutar verdadera felicidad deben tener la bendición del cielo sobre todo lo que poseen, y sobre todo lo que hacen. Es la desobediencia a Dios la que llena tantos corazones y hogares de infortunio. Hermana mía, a menos que quiera tener un hogar del que nunca se levanten las sombras, no se una con un enemigo de Dios. CPI 222.5