Consejos Sobre el Régimen Alimenticio

101/442

La glotonería como ofensa capital

217. Algunos no ejercen control sobre sus apetitos, sino que complacen el gusto a expensas de la salud. Como resultado, el cerebro se nubla, sus pensamientos son perezosos, y dejan de realizar lo que podrían si fueran abstemios o se negaran a sí mismos. Estas personas le niegan a Dios la fuerza física y mental que podrían desarrollar para su servicio si observaran la temperancia en todas las cosas. CRA 157.3

Pablo era un reformador respecto de la salud. Dijo: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:27. Sentía que descansaba sobre él la responsabilidad de preservar todas sus facultades en su fuerza, a fin de poder usarlas para la gloria de Dios. Si Pablo se hallaba en peligro de intemperancia, nosotros estamos en un peligro mayor, porque no sentimos ni comprendemos como él la necesidad de glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, que son suyos. El comer en exceso es el pecado de esta era. CRA 157.4

La Palabra de Dios coloca el pecado de la glotonería en el mismo catálogo que la ebriedad. Tan ofensivo era este pecado a la vista de Dios que el Señor dio instrucciones a Moisés para que el niño que no se refrenara en materia de apetito, sino que engullera cualquier cosa que su gusto le exigiera, fuera llevado por sus padres delante de los gobernantes de Israel para ser apedreado. La condición del glotón era considerada como desesperada, pues él no era de ninguna utilidad para los demás, y constituía una maldición para sí mismo. No se podía depender de él para nada. Su influencia siempre contaminaría a los demás, y el mundo sería mejor sin un individuo semejante; pues sus terribles defectos serían perpetuados. Nadie que tenga un sentido de su responsabilidad para con Dios permitirá que las propensiones animales controlen su razón. Los que lo hacen no son cristianos, no importa de quién se trate, y por exaltada que sea su profesión. La orden de Cristo es: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Aquí él nos muestra que debemos ser tan perfectos en nuestra esfera como Dios lo es en la suya.—Testimonies for the Church 4:454, 455 (1880). CRA 158.1