Joyas de los Testimonios 1

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La conversión de los hijos

Los padres deben obrar fielmente con las almas que les han sido confiadas. No deben estimular en sus hijos el orgullo, el despilfarro y el amor a la ostentación. No deben enseñarles ni permitir que aprendan pequeñas gracias que parecen vivezas en los niños, pero que después tienen que desaprenderse, y que tendrán que corregirse cuando sean mayores. Los hábitos que primero se adquieren no se olvidan fácilmente. Padres, debéis comenzar a disciplinar las mentes de vuestros hijos en la más tierna edad, a fin de que sean cristianos. Tiendan todos vuestros esfuerzos a su salvación. Obrad como que fueron confiados a vuestro cuidado para ser labrados como preciosas joyas que han de resplandecer en el reino de Dios. Cuidad de no estar arrullándolos sobre el abismo de la destrucción, con la errónea idea de que no tienen bastante edad para ser responsables, ni para arrepentirse de sus pecados y profesar a Cristo. 1JT 146.1

Se me refirió a las muchas promesas preciosas registradas para aquellos que buscan temprano a su Salvador. “Acuérdate de tu Criador en los días de tu juventud, antes que vengan los malos días, y lleguen los años, de los cuales digas, No tengo en ellos contentamiento.” Eclesiastés 12:1. “Yo amo a los que me aman; y me hallan los que madrugando me buscan.” Proverbios 8:17. El gran Pastor de Israel dice todavía: “Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.” Mateo 19:14. Enseñad a vuestros hijos que la juventud es el mejor tiempo para buscar al Señor. Entonces las cargas de la vida no pesan sobre ellos, y sus mentes juveniles no están agobiadas por los cuidados. Mientras están así libres, deben dedicar lo mejor de su fuerza a Dios. 1JT 146.2

Estamos viviendo en una época desdichada para los niños. Se siente una fuerte corriente que arrastra hacia abajo, hacia la perdición, y se necesita algo más que una experiencia y fuerza de niño para remontar esa corriente y no ser llevado por ella. Los jóvenes en general parecen cautivos de Satanás, y éste y sus ángeles los llevan a una destrucción segura. Satanás y sus huestes hacen guerra contra el gobierno de Dios. A todos los que tienen deseo de entregar su corazón al Señor y de obedecer sus requerimientos, Satanás tratará de hacerles sufrir perplejidades y de vencerlos con sus tentaciones, a fin de que se desalienten y renuncien a la lucha. 1JT 147.1

Padres, ayudad a vuestros hijos. Despertad del letargo que ha pesado sobre vosotros. Velad continuamente para detener la corriente y rechazar el peso del mal que Satanás está echando sobre vuestros hijos. Los niños no pueden hacer esto de por sí, pero los padres pueden hacer mucho. Mediante la oración ferviente y la fe viva, ganarán grandes victorias. Algunos padres no se han dado cuenta de las responsabilidades que pesan sobre ellos, y han descuidado la educación religiosa de sus hijos. Por la mañana, los primeros pensamientos del cristiano deben fijarse en Dios. Los trabajos mundanales y el interés propio deben ser secundarios. Debe enseñarse a los niños a respetar y reverenciar la hora de oración. Antes de salir de la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convovocada, y el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los guarde durante el día. Acudid con humildad, con un corazón lleno de ternura, presintiendo las tentaciones y peligros que os acechan a vosotros y a vuestros hijos, y por la fe atad a estos últimos sobre el altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor. Los ángeles ministradores guardarán los niños así dedicados a Dios. Es el deber de los padres creyentes levantar así, mañana y tarde, por ferviente oración y fe perseverante, una valla en derredor de sus hijos. Deben instruirlos con paciencia, enseñándoles bondadosa e incansablemente a vivir de tal manera que agraden a Dios. 1JT 147.2