Joyas de los Testimonios 1

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La esposa animosa

También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete un grave error. Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su propio genio y hacer feliz el hogar. Manifiesta a menudo inquietud y profiere quejas innecesarias. El esposo llega de su trabajo cansado y perplejo, y encuentra un rostro ceñudo en vez de palabras alegres y alentadoras. El es humano, y sus afectos se apartan de su esposa. Pierde el amor al hogar, su senda se obscurece y se desvanece su valor. Pierde el respeto propio y la dignidad que Dios le exige que mantenga. El esposo es la cabeza de la familia, como Cristo es la cabeza de la iglesia, y cualquier actitud asumida por la esposa que pueda disminuir su influencia y degradar su posición digna y responsable, desagrada a Dios. Es deber de la esposa renunciar a sus deseos y voluntad, en favor de su esposo. Ambos deben saber renunciar a sus gustos, pero la Palabra de Dios da la preferencia al criterio del esposo. Y la esposa no perderá dignidad al ceder así a aquel a quien ella eligió por consejero y protector. El esposo debe mantener su posición en la familia, con toda mansedumbre, y sin embargo con decisión. Algunos han preguntado: ¿Debo estar siempre en guardia y ejercer continuamente una restricción sobre mí? Me ha sido mostrado que tenemos delante de nosotros una gran obra que hacer para escudriñar nuestros corazones y velar sobre nosotros mismos con celosa vigilancia. Debemos aprender cuáles son los puntos en que faltamos, y luego precavernos al respecto. Debiéramos tener un perfecto dominio de nuestro genio. “Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, que también puede con freno gobernar todo el cuerpo.” Santiago 3:2. La luz que resplandece sobre nuestra senda, la verdad que se recomienda a nuestra conciencia, condenará y destruirá el alma, o la santificará y transformará. Estamos viviendo demasiado cerca del fin del tiempo de gracia para conformarnos con una obra superficial. La misma gracia que hasta aquí hemos considerado como suficiente, no nos sostendrá ya. Nuestra fe debe aumentar y debemos ser más semejantes a Cristo en conducta y disposición a fin de subsistir y resistir con éxito las tentaciones de Satanás. La gracia de Dios es suficiente para todo el que sigue a Cristo. 1JT 106.1