Joyas de los Testimonios 1

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Hagamos llamamientos fervientes

Un sacrificio infinito ha sido hecho en favor del hombre, pero habrá sido en vano para toda alma que no acepte la salvación. ¡Cuán importante es que el que presenta la verdad lo haga comprendiendo plenamente la responsabilidad que recae sobre él! ¡Cuán tierno, compasivo y cortés debe ser en toda su conducta al tratar con las almas de los hombres, siendo que el Redentor del mundo demostró que las apreciaba tan altamente! Cristo pregunta: “¿Quién pues es el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su familia?” Mateo 24:45. Jesús pregunta: ¿Quién? y cada ministro del Evangelio debe repetir la pregunta en su propio corazón. Al considerar las verdades solemnes, y al contemplar el cuadro trazado con respecto al mayordomo fiel y prudente, su alma debe conmoverse hasta en lo más profundo. 1JT 529.2

A cada hombre le ha sido dada su obra: a nadie se disculpa. Cada uno tiene una parte que hacer, según su capacidad; y al que presenta la verdad le incumbe desentrañar cuidadosamente y con oración la capacidad de todos los que aceptan la verdad, y luego instruirlos y conducirlos paso a paso, dejándoles sentir la carga de responsabilidad que recae sobre ellos en cuanto a hacer la obra que Dios les reserva. Se debe insistir una y otra vez acerca del hecho de que nadie podrá resistir a la tentación, responder al propósito de Dios, y vivir la vida de un cristiano, a menos que asuma su obra, sea grande o pequeña, y haga ese trabajo con fidelidad concienzuda. A todos les corresponde cierta obra además de ir a la iglesia y escuchar la Palabra de Dios. Deben practicar la verdad oída llevando a cabo sus principios en su vida diaria. Deben trabajar constantemente para Cristo, no por motivos egoístas, sino con el deseo sincero de glorificar a Aquel que hizo todo sacrificio para salvar al hombre de la ruina. 1JT 529.3

Los ministros deben inculcar a todos los que aceptan la verdad que deben tener a Cristo en sus hogares; que necesitan su gracia y sabiduría para guiar y dominar a sus hijos. Es parte de la obra que Dios les ha dejado, educar y disciplinar a estos hijos y criarlos en sumisión. Manifiéstense la bondad y la cortesía del ministro en su trato con los niños. Debe siempre tener presente que son hombres y mujeres en miniatura, miembros jóvenes de la familia del Señor. Pueden estar muy cerca del Maestro y serle muy caros, y si se los instruye y disciplina debidamente, le prestarán servicio aun en su juventud. Cristo se siente entristecido por cada palabra dura, severa y desconsiderada que se dirija a los niños. No se respetan siempre sus derechos, y se los trata con frecuencia como si no tuviesen un carácter que necesita desarrollarse debidamente a fin de no torcerse, para que el propósito de Dios no fracase en su vida. 1JT 530.1

Desde niño, Timoteo conocía las Escrituras, y este conocimiento le salvaguardó de las malas influencias que le rodeaban, y de la tentación a escoger el placer y la complacencia egoísta antes que el deber. Todos nuestros hijos necesitan una salvaguardia tal; y debe ser parte de la obra de los padres y de los embajadores de Cristo cuidar de que los niños estén debidamente instruídos en la Palabra de Dios. 1JT 530.2

Si el ministro quiere recibir la aprobación de su Señor, debe trabajar con fidelidad para presentar a cada hombre perfecto en Cristo. No debe, por su manera de trabajar, dar la impresión de que poco le importa si los hombres aceptan o no la verdad y practican la piedad verdadera; por el contrario, la fidelidad y la abnegacion manifestadas en su vida deben ser tales que convenzan al pecador de que hay intereses eternos en juego, y de que su alma está en peligro a menos que responda a la ferviente labor realizada en favor suyo. Los que han sido llevados del error y las tinieblas a la verdad y la luz, tienen que experimentar grandes cambios, y a menos que la necesidad de una reforma cabal se grabe en la conciencia, serán como el hombre que se miró en el espejo, la ley de Dios, y descubrió los defectos de su carácter moral, pero luego se fué y olvidó qué clase de hombre era. La mente debe conservar un vivo sentido de la responsabilidad, o recaerá en un estado de negligencia más completa que antes de que se la despertara. 1JT 530.3

La obra de los embajadores de Cristo es mucho mayor y de más responsabilidad de lo que muchos sueñan. Aquellos no deben quedar satisfechos con su éxito a menos que puedan, por sus fervientes labores y la bendición de Dios, presentarle cristianos útiles, que tengan un verdadero sentido de su responsabilidad, y que hagan la obra que les ha señalado. La debida labor e instrucción tendrán por resultado el poner en condición de trabajar a aquellos hombres y mujeres cuyo carácter es fuerte, y cuyas condiciones son tan firmes que no permiten que nada de un carácter egoísta los estorbe en su trabajo, disminuya su fe o los aparte del deber. 1JT 531.1

Si el ministro ha instruido debidamente a los que estaban bajo su cuidado, cuando él sale rumbo a otros campos de trabajo, la obra no se disgregará, sino que quedará firmemente unida y segura. A menos que quienes reciban la verdad se conviertan cabalmente y haya un cambio radical en su vida y carácter, el alma no estará firmemente ligada a la Roca eterna; y después que cese el trabajo del ministro, y haya pasado la novedad, la impresión se borrará, la verdad perderá su poder fascinante, y dichas personas no ejercerán ya ninguna influencia santa, ni serán mejores por profesar la verdad. 1JT 531.2

Me asombra que teniendo delante de nosotros los ejemplos de lo que el hombre puede ser y hacer, no nos sintamos estimulados a esforzarnos para emular más las buenas obras de los justos. Todos no pueden ocupar una posición eminente; pero todos pueden ocupar puestos de utilidad y confianza, y pueden, por su fidelidad perseverante, hacer mayor bien de lo que se imaginan. Los que abrazan la verdad deben buscar una clara comprensión de las Escrituras y un conocimiento experimental de un Salvador vivo. El intelecto debe cultivarse, la memoria debe ponerse a contribución. Toda pereza intelectual es pecado y el letargo espiritual es muerte. 1JT 531.3