Joyas de los Testimonios 1

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Jesús lo exige todo

¿Se ha realizado este gran cambio en nosotros? No os engañéis. Por mi parte, no tomaría el nombre de Cristo, o le daría todo mi corazón, mis afectos indivisos. Debemos sentir la más profunda gratitud por el hecho de que Jesús acepta esta ofrenda. El lo exige todo. Cuando somos inducidos a ceder a sus requerimientos, y a renunciar a todo, sólo entonces, y no antes, nos circuye con sus brazos de misericordia. Pero, ¿qué damos cuando se lo damos todo? Un alma contaminada de pecado para que Jesús la purifique, la limpie por su misericordia y la salve de la muerte por su amor sin par. Y sin embargo, vi que algunos piensan que es demasiado difícil entregarlo todo. Me avergüenza oír hablar de esto, me avergüenza escribirlo. 1JT 53.1

¿Habláis de abnegación? ¿Qué dió Cristo por nosotros? Cuando os parece duro que Cristo lo requiera todo, id al Calvario, y llorad por haber pensado así. ¡Contemplad las manos y los pies de nuestro Libertador desgarrados por los crueles clavos, a fin de que fuésemos lavados del pecado con su propia sangre! 1JT 53.2

Los que sienten el amor constrictivo de Dios no preguntan cuán poco pueden dar a fin de obtener la recompensa celestial; no preguntan cuál es la norma más baja, sino que buscan una perfecta conformidad con la voluntad de su Redentor. Con ferviente deseo lo entregan todo, y manifiestan un celo proporcional al valor del objeto que buscan. ¿Cuál es ese objeto? La inmortalidad, la vida eterna. 1JT 53.3

Amigos jóvenes, muchos de vosotros estáis lamentablemente engañados. Os habéis satisfecho con algo que es menos que la religión pura e inmaculada. Quiero despertaros. Los ángeles de Dios procuran despertaros. ¡Ojalá que las verdades importantes de la Palabra de Dios os hagan apreciar el peligro que os acecha y os induzcan a realizar un examen cabal de vosotros mismos! Vuestros corazones son todavía carnales. No están sujetos a la ley de Dios ni pueden estarlo. Estos corazones carnales deben ser cambiados, y veréis entonces tanta belleza en la santidad que la anhelaréis como el ciervo anhela las corrientes de las aguas. Amaréis a Dios y su ley, y el yugo de Cristo os resultará fácil y ligera su carga. Aunque sufráis pruebas, si las soportáis, ellas no harán más que embellecer el camino. La herencia inmortal es para el cristiano que se niegue a sí mismo. 1JT 54.1