Joyas de los Testimonios 1

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Enviado a la iglesia en busca de instrucción

Pablo creía de veras que la fe en Jesús anulaba la ley de Dios, el servicio religioso de las ofrendas de sacrificios y el rito de la circuncisión, que en todos los siglos pasados habían recibido la plena sanción de Dios. Pero la milagrosa revelación de Cristo infundió luz en las cámaras obscurecidas de su mente. El Jesús de Nazaret contra el cual luchaba era de veras el Redentor del mundo. 1JT 392.2

Pablo se da cuenta de su celo erróneo y exclama: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Hechos 9:6. Jesús no le dijo entonces, como podría haberlo hecho, qué obra le asignaba. Pablo debía recibir instrucción en la fe cristiana y obrar en forma comprensiva. Cristo le envió a los mismos discípulos a quienes había estado persiguiendo tan acerbamente, para que aprendiese de ellos. La luz de la iluminación celestial le había hecho perder la vista a Pablo; pero Jesús, el Gran Médico de los ciegos, no se la restaura. Contesta a la pregunta de Pablo con estas palabras: “ Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer.” Vers. 6. No sólo podría Jesús haber curado a Pablo de su ceguera, sino que podría haberle perdonado sus pecados, haberle explicado cuál era su deber y haberle trazado su conducta futura. De Cristo había de fluir toda potestad y misericordia; pero no dió a Pablo, cuando se convirtió a la verdad, una experiencia independiente de su iglesia recién organizada en la tierra. 1JT 392.3

La luz admirable dada a Pablo en esta ocasión le asombró y confundió. Estaba completamente subyugado. Esa parte de la obra no podía hacerla algún hombre en favor de Pablo; pero quedaba todavía una obra que cumplir que los siervos de Cristo podían hacer. Jesús le indica a Pablo que recurra a sus agentes de la iglesia para conocer mejor su deber. Así autoriza y sanciona su iglesia organizada. Cristo había hecho la obra de la revelación y convicción, y ahora Pablo estaba en condición de aprender de aquellos a quienes Dios había ordenado que enseñasen la verdad. Cristo envió a Pablo a sus siervos escogidos, y en esta forma le puso en relación con su iglesia. 1JT 393.1

Los mismos a quienes se proponía matar debían instruirle en la religión que él había despreciado y perseguido. Pasó tres días ciego y sin comer, dirigiéndose hacia los hombres a quienes, en su celo, se proponía destruir. Allí colocó Jesús a Pablo en relación con sus representantes en la tierra. El Señor dió a Ananías una visión para que fuese a cierta casa de Damasco y preguntase por Saulo de Tarso; “porque he aquí, él ora.” Hechos 9:11. 1JT 393.2

Después que se le indicó a Saulo que fuera a Damasco, le condujeron los mismos hombres que le habían acompañado para ayudarle a llevar atados a los discípulos a Jerusalén para juzgarlos y darles muerte. Saulo posó en la casa de un tal Judas en Damasco, dedicando el tiempo al ayuno y la oración. Allí se probó la fe de Saulo. Tres días estuvo en tinieblas mentales con respecto a lo que se requería de él, y otros tantos estuvo ciego. Se le había dicho que fuese a Damasco, porque allí se le diría lo que debía hacer. Estaba en la incertidumbre, y clamaba fervorosamente a Dios. 1JT 394.1

Un ángel fué enviado a hablar con Ananías, para indicarle que fuese a cierta casa donde Saulo estaba orando para recibir instrucción con respecto a lo que debía hacer. Había desaparecido el orgullo de Saulo. Poco antes, manifestaba confianza en sí mismo, pues creía que estaba empeñado en una obra por la cual recibiría recompensa; pero ahora, todo había cambiado. Estaba postrado y humillado hasta el polvo en arrepentimiento y vergüenza, y sus súplicas de perdón eran fervientes. Dijo el Señor por medio del ángel a Ananías: “ He aquí, él ora.” El ángel le hizo saber al siervo de Dios que le había mostrado a Saulo en visión un hombre llamado Ananías, que entraba y ponía su mano sobre él para que pudiese recobrar la vista. Ananías casi no podía creer las palabras del ángel, y repitió lo que había oído acerca de la acerba persecución que Saulo hacía sufrir a los santos de Jerusalén. Pero la orden que se le dió a Ananías era imperativa: “Ve: porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.” Vers. 15. 1JT 394.2

Ananías obedeció las indicaciones del ángel. Puso sus manos sobre el hombre que hacía tan poco se movía impulsado por un espíritu de odio profundísimo y que respiraba amenazas contra todos los que creían en el nombre de Cristo. Ananías dijo a Saulo: “Saulo hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista, y seas lleno de Espíritu Santo. Y luego le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto la vista: y levantándose, fué bautizado.” Vers. 17, 18. 1JT 394.3

Jesús podría haber hecho directamente toda esta obra en favor de Pablo. Pero tal no era su plan. Pablo tenía un deber que cumplir en lo que respectaba a confesarse ante los hombres cuya destrucción había premeditado, y Dios iba a encomendar una obra de responsabilidad a aquellos a quienes había ordenado que actuasen en su lugar. Pablo debía dar los pasos necesarios para su conversión. Se requirió de él que se uniese al mismo pueblo que había perseguido por sus creencias. Cristo da aquí a todo su pueblo un ejemplo de la manera en que obra para la salvación de los hombres. El Hijo de Dios se identificó con el cargo y la autoridad de su iglesia organizada. Sus bendiciones debían transmitirse por intermedio de los agentes a quienes había ordenado, vinculando así al hombre con el conducto por medio del cual llegan sus bendiciones. El hecho de que Pablo fuese estrictamente escrupuloso en su persecución de los santos, no le exime de culpa cuando el Espíritu Santo le revela la crueldad de su obra. Debe aprender de los discípulos. 1JT 395.1