Joyas de los Testimonios 2

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El amor entre los hermanos*

La vida es una disciplina. Mientras estuviere en el mundo, el creyente arrostrará influencias adversas. Habrá provocaciones que prueben su genio; y es afrontándolas con el espíritu debido como se desarrollan las gracias cristianas. Si se soportan mansamente injurias e insultos, si se responde a ellos con contestaciones amables, y a los actos de opresión con la bondad, se dan evidencias de que el Espíritu de Cristo mora en el corazón, y de que fluye la savia de la Vid viviente por los pámpanos. En esta vida estamos en la escuela de Cristo, donde hemos de aprender a ser mansos y humildes de corazón; en el día del ajuste final de cuentas veremos que todos los obstáculos que encontramos, todas las penurias y molestias que fuimos llamados a soportar, eran lecciones prácticas en la aplicación de los principios de la vida cristiana. Si se soportan bien, desarrollan en el carácter virtudes como las de Cristo, y distinguen al cristiano del mundano. 2JT 113.1

Debemos alcanzar una alta norma si queremos ser hijos de Dios, nobles, puros, santos y sin mancha; la poda es necesaria si queremos alcanzar esta norma. ¿Cómo se lograría esta poda si no hubiese dificultades que arrostrar, ni obstáculos que superar, ni nada que exigiese paciencia y tolerancia? Estas pruebas no son las bendiciones más pequeñas de nuestra vida. Están destinadas a inspirarnos la resolución de obtener éxito. Debemos emplearlas como medios divinos para ganar victorias decisivas sobre nosotros mismos, en vez de permitir que nos estorben, opriman y destruyan. 2JT 113.2

El carácter será probado. Cristo se revelará en nosotros si somos verdaderamente pámpanos de la Vid viviente. Seremos pacientes, bondadosos y tolerantes, alegres en medio de las inquietudes e irritaciones. Día tras día y año tras año, venceremos al yo, y creceremos en un noble heroísmo. Esta es la tarea que nos ha sido dada; pero no puede realizarse sin ayuda continua de Jesús, decisión resuelta, propósito inquebrantable, vigilancia continua y oración incesante. Cada uno tiene una batalla personal que pelear. Cada uno debe abrirse paso entre luchas y desalientos. Los que se niegan a luchar, pierden la fuerza y el gozo de la victoria. 2JT 113.3

Nadie, ni siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que hagamos de nuestra parte el esfuerzo necesario. Debemos enriquecer nuestra vida con rasgos de belleza. Debemos extirpar los rasgos naturales desagradables que nos hacen diferentes de Jesús. Aunque Dios obra en nosotros para querer y hacer su beneplácito, debemos obrar en armonía con él. La religión de Cristo transforma el corazón. Dota de ánimo celestial al hombre de ánimo mundanal. Bajo su influencia, el egoísta se vuelve abnegado, porque tal es el carácter de Cristo. El deshonesto y maquinador, se vuelve de tal manera íntegro, que viene a ser su segunda naturaleza hacer a otros como quisiera que otros hiciesen con él. El disoluto queda transformado de la impureza a la pureza. Adquiere buenos hábitos porque el Evangelio de Cristo llegó a ser para él un sabor de vida para vida. 2JT 114.1

Ahora, mientras dura el tiempo de gracia, no le incumbe a uno pronunciar sentencia contra los demás, y considerarse un hombre modelo. Cristo es nuestro modelo; imitadle, asentad vuestros pies en sus pisadas. Podéis profesar seguir todo punto de la verdad presente, pero a menos que practiquéis esas verdades, de nada os valdrá. 2JT 114.2

No hemos de condenar a los demás; tal no es nuestra obra, sino que debemos amarnos unos a otros, y orar unos por otros. Cuando vemos a uno apartarse de la verdad, podemos llorar por él como Cristo lloró sobre Jerusalén. Veamos lo que dice nuestro Padre celestial en su Palabra acerca de los que yerran: “Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado.” “Hermanos, si alguno de entre vosotros ha errado de la verdad, y alguno le convirtiere, sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.” Gálatas 6:1; Santiago 5:19, 20. ¡Cuán grande es esta obra misionera! ¡Cuánto más parecida al carácter de Cristo que el hecho de que los pobres mortales falibles estén siempre acusando y condenando a aquellos que no alcanzan exactamente sus requisitos! Recordemos que Jesús nos conoce individualmente, y se compadece de nuestras flaquezas. Conoce las necesidades de cada una de sus criaturas, y la pena oculta e inexpresada de cada corazón. Si se perjudica a uno de los pequeñuelos por los cuales murió, lo ve y pedirá cuenta al ofensor. 2JT 114.3

Jesús es el buen Pastor. El se interesa por sus ovejas débiles, enfermizas y errabundas. Las conoce a todas por nombre. La angustia de cada oveja y de cada cordero de su rebaño conmueve su corazón de amor y simpatía; y llega a su oído el clamor que pide ayuda. Uno de los mayores pecados de los pastores de Israel fué así señalado por el profeta: “No corroborasteis las flacas, ni curasteis la enferma: no ligasteis la perniquebrada, ni tornasteis la amontada, ni buscasteis la perdida; sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia; y están derramadas por falta de pastor; y fueron para ser comidas de toda bestia del campo, y fueron esparcidas. Y anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto: y en toda la haz de la tierra fueron derramadas mis ovejas, y no hubo quien buscase, ni quien requiriese.” Ezequiel 34:4-6. 2JT 115.1

Jesús se interesa en cada uno como si no hubiese otra persona en toda la tierra. Como Dios, ejerce gran poder en nuestro favor, mientras que como Hermano mayor nuestro, siente todas nuestras desgracias. La Majestad del cielo no se mantuvo alejada de la humanidad degradada y pecaminosa. No tenemos un Sumo Sacerdote tan ensalzado y encumbrado, que no pueda fijarse en nosotros o simpatizar con nosotros, sino que fué tentado en todas las cosas como nosotros, aunque sin pecar. 2JT 115.2

Cuán diferente de ese espíritu es el sentimiento de indiferencia y desprecio manifestado por algunos en ***hacia J***y los que fueron afectados por su influencia. Si alguna vez se necesitó la gracia transformadora de Dios, fué en esa iglesia. Al juzgar y condenar a un hermano, emprendieron una obra que Dios no confió nunca a sus manos. La dureza de corazón y un espíritu de censura y condenación tendiente a destruir la individualidad y la independencia, se entretejieron con su experiencia cristiana y desterraron de su corazón el amor de Jesús. Apresuraos, hermanos, a sacar estas cosas de vuestra alma antes que se diga en el cielo: “El que es injusto, sea injusto todavía: y el que es sucio, ensúciese todavía: y el que es justo, sea todavía justificado: y el santo sea santificado todavía.” Apocalipsis 22:11. 2JT 116.1

Tendréis que hacer frente a muchas perplejidades en vuestra vida cristiana en relación con la iglesia; pero no os esforcéis demasiado por amoldar a vuestros hermanos. Si veis que ellos no satisfacen los requerimientos de la Palabra de Dios, no los condenéis; si ellos os provocan, no respondáis de la misma manera. Cuando se dicen cosas exasperantes, no dejéis que la inquietud domine vuestra alma. Veis en otros muchas cosas que parecen malas, y queréis corregirlas. Comenzáis en vuestra propia fuerza a trabajar por una reforma; pero no la emprendéis de la debida manera. Debéis trabajar por los que yerran con un corazón subyugado, enternecido por el Espíritu de Dios, y dejar que el Señor obre por vosotros como agentes. 2JT 116.2

Descargad vuestra preocupación sobre Jesús. Sentís que el Señor debe encargarse del caso cuando Satanás está contendiendo por predominar sobre algún alma; pero debéis hacer lo que podéis con humildad y mansedumbre, y poner en las manos de Dios la obra enmarañada, los asuntos complicados. Seguid las indicaciones de su Palabra, y confiad el resultado a su sabiduría. Habiendo hecho todo lo que podíais para salvar a vuestro hermano, dejad de acongojaros, y atended con calma otros deberes apremiantes. Ya no es más vuestro asunto, sino el de Dios. 2JT 116.3

No cortéis el nudo de la dificultad con impaciencia, haciendo desesperados los asuntos. Dejad que Dios desenrede los hilos enmarañados. El es bastante sabio para manejar las complicaciones de nuestra vida. El tiene habilidad y tacto. No podemos ver siempre sus planes; debemos esperar con paciencia que se revelen, y no arruinarlos y destruirlos. El los revelará a nosotros a su debido tiempo. Busquemos la unidad, cultivemos el amor y la conformidad con Cristo en todas las cosas. El es la fuente de unidad y fuerza; pero no habéis buscado la unidad cristiana, para vincular los corazones en amor. 2JT 117.1

Hay trabajo para vosotros en la iglesia y fuera de ella. “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto.” Juan 15:8. El fruto que llevamos es la única cosa que prueba el carácter del árbol delante del mundo. Es la demostración de nuestro discipulado. Si nuestras obras son de tal carácter que, como pámpanos de la Vid viviente, producimos ricos racimos de preciosas frutas, exhibimos ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Somos epístolas vivientes, conocidas y leídas de todos los hombres. 2JT 117.2

Ahora, temo que no hagáis la obra que debéis hacer para redimir lo pasado y llegar a ser pámpanos vivos que lleven fruto. Si hacéis como Dios quiere que hagáis, su bendición penetrará en la iglesia. No habéis sido bastante humildes todavía para hacer una obra cabal y satisfacer el propósito del Espíritu de Dios. Ha habido justificación y complacencia propias, vindicación personal, cuando debiera haber habido humillación, contrición y arrepentimiento. 2JT 117.3

Debéis apartar toda piedra de tropiezo, y hacer “derechos pasos a vuestros pies, porque lo que es cojo no salga fuera de camino.” Hebreos 12:13. No es demasiado tarde para corregir los males; pero no debéis sentir que sois sanos y no os hace falta médico, porque necesitáis ayuda. Cuando vayáis a Jesús con corazón quebrantado, él os ayudará y bendecirá, y saldréis a la obra del Maestro con valor y energía. La mejor evidencia de que estáis en Cristo es el fruto que lleváis. Si no estáis verdaderamente unidos a él, vuestra luz y vuestro privilegio os condenarán y arruinarán. 2JT 117.4

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Expresar sentimientos de reprensión en una gran reunión, dirigiéndose a todos, es mucho peor que ir a las personas que han hecho mal, y reprenderlas personalmente. El carácter ofensivo de este discurso severo, intolerante y denunciador en una gran reunión, es tanto más grave a la vista de Dios que el dirigir una reprensión personal e individual, cuanto mayor sea el número de oyentes y más general la censura. Es siempre más fácil dar expresión a los sentimientos ante una congregación, porque hay muchos presentes, que ir a los que yerran, y cara a cara con ellos presentarles abierta, franca y llanamente su mala conducta. Pero introducir en la casa de Dios sentimientos duros contra los individuos, haciendo sufrir a todos los inocentes como culpables, es una manera de trabajar que Dios no sanciona y que hace más daño que bien.* 2JT 118.1

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Tal vez sintáis que otros han hecho mal; y sé tan bien como vosotros que en la iglesia no se ha manifestado un espíritu como el de Cristo. Pero ¿de qué os valdrá esto en el juicio? ¿Pueden dos males hacer un bien? Aunque uno, dos o tres miembros de la iglesia hayan hecho mal, esto no borrará vuestro pecado ni lo excusará. Cualquiera que sea la conducta seguida por los demás, vuestra obra consiste en poner vuestro propio corazón en orden. Dios tiene sobre vosotros derechos que ninguna circunstancia debe haceros olvidar o descuidar; porque cada alma es preciosa a su vista.* 2JT 118.2