Joyas de los Testimonios 2

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Los peores pecados

Las abominaciones por las cuales los fieles suspiraban y lloraban, eran todo lo que podían discernir los ojos finitos; pero los pecados mucho peores, los que provocaron los celos del Dios puro y santo, no estaban revelados. El gran Escrutador de los corazones conoce todo pecado cometido en secreto por los obradores de iniquidad. Estas personas llegan a sentirse seguras en sus engaños, y a causa de la longanimidad del Señor dicen que no ve, y luego actúan como si hubiese abandonado la tierra. Pero él descubrirá su hipocresía, y revelará a otros esos pecados que ellos ocultaban con tanto cuidado. 2JT 66.1

Ninguna superioridad de jerarquía, dignidad o sabiduría humana, ningún cargo sagrado, impedirán a estos hombres que sacrifiquen los principios cuando sean abandonados a su propio corazón engañoso. Los que fueron considerados como dignos y justos resultan ser los caudillos de la apostasía y dan ejemplos de indiferencia y abuso de las misericordias de Dios. Ya no tolerará él su conducta impía, y en su ira, obra con ellos sin misericordia. 2JT 66.2

De muy mala gana retrae el Señor su presencia de aquellos a quienes bendijo con gran luz, y que sintieron el poder de la Palabra administrada a otros. Fueron una vez sus siervos fieles, favorecidos por su presencia y dirección; pero se apartaron de él e indujeron a otros en el error y por lo tanto caen bajo el desagrado divino. 2JT 66.3

El día de la venganza de Dios está por sobrecogernos. El sello de Dios será puesto únicamente sobre las frentes de aquellos que suspiran y lloran por las abominaciones que son cometidas en la tierra. Los que simpatizan con el mundo, comen y beben con los borrachos, serán destruídos con los que hacen iniquidad. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones: pero el rostro del Señor está sobre aquellos que hacen mal.” 1 Pedro 3:12. 2JT 67.1

Nuestra propia conducta determina si recibiremos el sello del Dios viviente, o si seremos abatidos por las armas destructoras. Ya han caído sobre la tierra algunas gotas de la ira divina; pero cuando se derramen las siete últimas plagas sin mixtura en la copa de su indignación entonces será para siempre demasiado tarde para arrepentirse y hallar refugio. No habrá entonces sangre expiatoria que lave las manchas del pecado. 2JT 67.2

“Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo: y será tiempo de angustia, cual nunca fué después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro.” Daniel 12:1. Cuando llegue ese tiempo de angustia, cada caso se habrá decidido, ya no habrá tiempo de gracia ni misericordia para el impenitente. El sello del Dios vivo estará sobre su pueblo. Este pequeño remanente, incapaz de defenderse en el mortífero conflicto con las potestades de la tierra mandadas por la hueste del dragón, hace de Dios su defensa. Ha sido promulgado por la más alta autoridad terrestre el decreto de que adoren a la bestia y reciban su marca bajo pena de persecución y muerte. ¡Dios ayude entonces a su pueblo! porque ¿qué podría hacer sin su ayuda en un conflicto tan terrible? 2JT 67.3

No se adquiere en un momento el valor, la fortaleza, la fe y la confianza implícita en el poder de Dios para salvarnos. Estas gracias celestiales se adquieren por la experiencia de años. Por una vida de santo esfuerzo y de firme adhesión a lo recto, los hijos de Dios estaban sellando su destino. Asediados de innumerables tentaciones, sabían que debían resistir firmemente o quedar vencidos. Sentían que tenían una gran obra que hacer, que a cualquier hora podían ser llamados a deponer su armadura; y que si llegaran al fin de su vida sin haber hecho su obra, ello representaría una pérdida eterna. Aceptaron ávidamente la luz del cielo, como la aceptaron de los labios de Jesús los primeros discípulos. Cuando estos cristianos primitivos eran desterrados a las montañas y los desiertos, cuando en las mazmorras se los dejaba morir de hambre, frío y tortura, cuando el martirio parecía la única manera de escapar a su angustia, se regocijaban de que eran tenidos por dignos de sufrir para Cristo, quien había sido crucificado en su favor. Su ejemplo será un consuelo y estímulo para el pueblo de Dios que sufrirá un tiempo de angustia como nunca lo hubo. 2JT 67.4

No todos los que profesan observar el sábado serán sellados. Aun entre los que enseñan la verdad a otros hay muchos que no recibirán el sello de Dios en sus frentes. Tuvieron la luz de la verdad, conocieron la voluntad de su Maestro, comprendieron todo punto de nuestra fe, pero no hicieron las obras correspondientes. Los que conocieron tan bien la profecía y los tesoros de la sabiduría divina, debieran haber actuado de acuerdo con su fe. Debieran haber mandado a sus familias tras sí, para que por medio de un hogar bien ordenado, pudiesen presentar al mundo la influencia de la verdad sobre el corazón humano. 2JT 68.1

Por su falta de devoción y piedad, por no haber alcanzado una alta norma religiosa, contribuyen a que otras almas se conformen con su situación. Los hombres de juicio finito no pueden ver que al seguir el modelo de estos hombres, que tan a menudo les comunicaron los tesoros de la Palabra de Dios, pondrán ciertamente en peligro sus almas. Jesús es el único modelo. Cada uno debe escudriñar la Biblia por su cuenta, de rodillas delante de Dios, con el corazón humilde y susceptible de ser enseñado como el de un niño, si quiere conocer lo que el Señor requiere de él. Por muy grande que sea la altura en que haya estado cualquier ministro en el favor de Dios, si deja de seguir la luz que Dios le dió, si se niega a ser enseñado como un niñito, caerá en las tinieblas y los engaños satánicos, y conducirá a otros por la misma senda. 2JT 68.2

Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés. 2JT 69.1

Nos conformamos con demasiada facilidad con lo que hemos alcanzado. Nos sentimos ricos y con abundancia de bienes, y no sabemos que cada uno de nosotros es un “cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo.” Apocalipsis 3:17. Ahora es el momento de oír la amonestación del Testigo fiel: “Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.” Vers. 18. 2JT 69.2

En esta vida debemos arrostrar pruebas de fuego y hacer sacrificios costosos, pero la paz de Cristo es la recompensa. Ha habido tan poca abnegación, tan poco sufrimiento por amor a Cristo, que la cruz queda casi completamente olvidada. Debemos participar de los sufrimientos de Cristo si queremos sentarnos en triunfo con él sobre su trono. Mientras elijamos la senda fácil de la complacencia propia y nos asuste la abnegación, nuestra fe no llegará nunca a ser firme, y no podremos conocer la paz de Jesús ni el gozo que proviene de una victoria consciente. Los más encumbrados de la hueste redimida que estarán vestidos de blanco delante del trono de Dios y del Cordero, habrán conocido el conflicto necesario para vencer, porque habrán pasado por la gran tribulación. Los que hayan cedido a las circunstancias en vez de empeñarse en este conflicto, no sabrán cómo subsistir en aquel día cuando la angustia domine a toda alma, cuando, si Noé, Job y Daniel estuviesen en la tierra no salvarían “hijo ni hija,” pues cada uno habrá de librar su alma por su propia justicia. 2JT 69.3

Nadie necesita decir que su caso es desesperado, que no puede vivir como cristiano. Con la muerte de Cristo ha sido hecha amplia provisión para toda alma. Jesús es nuestro auxilio constante en tiempo de necesidad. Invoquémosle con fe, que él prometió oír y contestar nuestras peticiones. 2JT 70.1

¡Ojalá que tengamos fe viva y activa! La necesitamos; debemos tenerla, o desmayaremos y caeremos en el día de la prueba. Las tinieblas que descansarán entonces sobre nuestra senda, no deben desalentarnos ni desesperarnos. Son el velo con que Dios cubre su gloria cuando viene a impartir ricas bendiciones. Por nuestra experiencia pasada, debemos saber esto. En aquel día en que Dios tenga controversia con su pueblo, esta experiencia será una fuente de consuelo y esperanza. Ahora es cuando debemos guardarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos sin contaminación del mundo. Ahora es cuando debemos lavar el manto de nuestro carácter y emblanquecerlo en la sangre del Cordero. Ahora es cuando debemos vencer el orgullo, la pasión y la pereza espiritual. Ahora es cuando debemos despertarnos y hacer un esfuerzo resuelto para lograr simetría de carácter. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Hebreos 3:7, 8, 15. Estamos en una situación muy penosa, aguardando y velando por la aparición de nuestro Señor. El mundo está en tinieblas. “Mas vosotros, hermanos—dice Pablo—no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón.” 1 Tesalonicenses 5:4. El propósito de Dios consiste siempre en sacar luz de las tinieblas, gozo del pesar, y descanso del cansancio para el alma que aguarda anhelante. 2JT 70.2

¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? Los que se unen con el mundo reciben su molde y se preparan para la marca de la bestia. Los que desconfían de sí mismos, se humillan delante de Dios y purifican sus almas obedeciendo a la verdad, son los que reciben el molde celestial y se preparan para tener el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto y se estampe el sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad. 2JT 70.3

Ahora es el momento de prepararse. El sello de Dios no será nunca puesto en la frente de un hombre o una mujer que sean impuros. Nunca será puesto sobre la frente de seres humanos ambiciosos y amadores del mundo. Nunca será puesto sobre la frente de hombres y mujeres de corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el sello deberán estar sin mancha delante de Dios y ser candidatos para el cielo. Avanzad, mis hermanos y hermanas. Puedo escribir sólo brevemente acerca de estos puntos en este momento y llamar simplemente vuestra atención a la necesidad de preparación. Escudriñad las Escrituras por vosotros mismos a fin de comprender la terrible solemnidad de la hora actual. 2JT 71.1

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Ni siquiera la existencia debiera comprarse al precio de la mentira. Por una palabra o una inclinación de la cabeza los mártires podrían haber negado la verdad y salvado la vida. Consintiendo en arrojar un solo grano de incienso sobre el altar del ídolo, podrían haberse salvado del potro, el cadalso y la cruz. Pero se negaron a ser falsos en palabra o en acción, aunque la vida fuese el don que ello les hubiese granjeado. Daban la bienvenida a la prisión, la tortura y la muerte, con la conciencia limpia, más bien que a la liberación a condición de engañar, mentir y apostatar. Por la fidelidad y la fe en Cristo, obtuvieron mantos sin mancha, coronas enjoyadas. Sus vidas fueron ennoblecidas y elevadas a la vista de Dios, porque permanecieron firmes por la verdad en las circunstancias más graves.* 2JT 71.2