Joyas de los Testimonios 2

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Conduzcan sus pacientes a Cristo

El médico debe tratar de dirigir la mente de sus pacientes a Cristo, el Médico del alma y el cuerpo. Aquello que los médicos sólo pueden intentar hacer, Cristo lo realiza. El agente humano se esfuerza por prolongar la vida. Cristo es la vida. El que pasó por la muerte para destruir a aquel que tiene el imperio de la muerte es la fuente de toda vitalidad. En Galaad hay bálsamo y médico. Cristo soportó una muerte atroz en las circunstancias más humillantes para que tuviésemos vida. Dió su preciosa vida para vencer la muerte. Pero se levantó de la tumba, y las miríadas de ángeles que vinieron a contemplarle mientras recuperaba la vida que había depuesto, oyeron sus palabras de gozo triunfante cuando, de pie sobre la tumba abierta de José, proclamó: “Yo soy la resurrección y la vida.” 2JT 487.2

La pregunta: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14) ha sido contestada. Al llevar la penalidad del pecado y al bajar a la tumba, Cristo la iluminó para todos los que mueren con fe. Dios, en forma humana, sacó a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Al morir, Cristo aseguró la vida eterna a todos los que crean en él. Al morir condenó al instigador del pecado y la deslealtad a sufrir la pena del pecado: la muerte eterna. 2JT 487.3

El Poseedor y Dador de la vida eterna, Cristo, fué el único que pudo vencer la muerte. El es nuestro Redentor; y bienaventurado es todo médico que es, en el verdadero sentido de la palabra, un misionero, un salvador de las almas por las cuales Cristo dió su vida. Un médico tal aprende del gran Médico día tras día a velar y trabajar por la salvación de las almas y los cuerpos de hombres y mujeres. El Salvador está presente en la pieza del enfermo, en la sala de operaciones; y su poder, para gloria de su nombre, realiza grandes cosas. 2JT 488.1

El médico puede hacer una noble obra si está relacionado con el gran Médico. Puede hallar oportunidad de decir palabras de vida a los parientes del enfermo, cuyos corazones están llenos de simpatía por el doliente; y puede enternecer y elevar la mente del doliente para inducirle a mirar al que puede salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él en busca de salvación. 2JT 488.2