Joyas de los Testimonios 3

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El valor de la palabra de Dios*

Cuando penetran errores en nuestras filas, no hemos de entrar en controversia acerca de ellos. Debemos dar fielmente el mensaje de reprensión, y luego presentar la verdad en contraste con el error para desviar al pueblo de las ideas fantásticas y erróneas. La presentación de los temas celestiales revelará al espíritu principios que descansan sobre un fundamento tan duradero como la eternidad. 3JT 237.1

Los creyentes de convicciones cristianas firmes y consecuentes, y de carácter sólido, prestan gran servicio al Maestro. Nada puede apartarlos de la fe. La verdad es para ellos un tesoro precioso. 3JT 237.2

La verdad de Dios se halla en su Palabra. Los que consideran que deben buscar en otra parte la verdad presente necesitan convertirse de nuevo. Tienen que enmendar malos hábitos, abandonar malas prácticas. Necesitan buscar nuevamente la verdad como es en Jesús, para que la edificación de su carácter se realice en armonía con las lecciones de Cristo. Al abandonar sus ideas humanas y asumir los deberes que Dios les ha dado, dicen, mientras contemplan a Cristo y se van transformando a su semejanza: “Más cerca, oh Dios, de ti; más cerca sí.” 3JT 237.3

Con la Palabra de Dios en la mano, podemos acercarnos cada vez más a Jesús, paso a paso, con amor consagrado. A medida que conozcamos mejor el Espíritu de Dios, iremos aceptando la Biblia como único fundamento de la fe. El pueblo de Dios recibirá la Palabra como las hojas del árbol de la vida, más preciosas que el oro purificado en fuego, y más poderosas que cualquier otro agente de santificación. 3JT 237.4

Cristo y su Palabra están en perfecta armonía. Recibidos y obedecidos, abren una senda segura para los pies de todos los que están dispuestos a andar en la luz como Cristo es la luz. Si el pueblo de Dios apreciase su Palabra, tendríamos un cielo en la iglesia aquí en la tierra. Los cristianos tendrían avidez y hambre por escudriñar la Palabra. Anhelarían tener tiempo para comparar pasaje con pasaje, y para meditar en la Palabra. Anhelarían más la luz de la Palabra que el diario de la mañana, las revistas o las novelas. Su mayor deseo sería comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Y como resultado, su vida se conformaría a los principios y las promesas de la Palabra. Sus instrucciones serían para ellos como las hojas del árbol de vida. Sería en ellos una fuente de aguas, que brotaría para vida eterna. Los raudales refrigerantes de la gracia renovarían la vida del alma, haciéndole olvidar todo afán y cansancio. Se sentirían fortalecidos y animados por las palabras de la inspiración. 3JT 237.5