Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Capítulo 17—El mensaje de Malaquías

El reproche, la amonestación y la promesa de Dios se dan con lenguaje inequívoco en (Malaquías 3:8): “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?” El Señor responde: “En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”. CMC 87.1

El Señor del cielo desafía a quienes ha suplido con su abundancia a probarlo. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Malaquías 3:10. CMC 87.2

Este mensaje no ha perdido nada de su fuerza. Su importancia se renueva constantemente así como los dones de Dios se renuevan continuamente. No hay dificultad para comprender cuál es nuestro deber a la luz de este mensaje dado por medio del santo profeta de Dios. No se nos ha dejado para que tropecemos en las tinieblas y la desobediencia. La verdad se declara con toda llaneza, y todos los que deseen ser honrados ante Dios pueden comprenderla. El diezmo de todos nuestros ingresos es del Señor. El coloca su mano sobre la porción que ha especificado que le devolvamos, y dice: Permito que uséis de mi abundancia después de haber apartado la décima parte y de haberme traído donativos y ofrendas. CMC 87.3

Dios pide que su diezmo sea llevado a su tesorería. Devuélvase esa parte en forma estricta, honrada y fiel. Además de esto él pide vuestros donativos y ofrendas. A nadie se obliga a presentar delante de Dios sus diezmos, donativos u ofrendas. Pero con la misma seguridad con la que se nos ha dado la Palabra de Dios, él requerirá lo suyo con interés de la mano de cada ser humano. Si los hombres son infieles en devolver a Dios lo que le pertenece, si pasan por alto la comisión dada a sus mayordomos, no seguirán teniendo la bendición de lo que el Señor les ha confiado... CMC 87.4

Dios ha dado a cada persona su obra. Sus siervos han de actuar en colaboración con él. Los hombres, si así lo prefieren, pueden rehusar relacionarse con su Hacedor; pueden negarse a entregarse a su servicio, y utilizar indebidamente los bienes que le fueron confiados; pueden dejar de ejercer frugalidad y abnegación, y pueden olvidar que el Señor requiere que le devuelvan una parte de lo que él les ha dado. Tales personas son mayordomos infieles. CMC 88.1

Un mayordomo fiel hará todo lo que puede en el servicio de Dios; su gran preocupación será la necesidad del mundo. Comprenderá que el mensaje de verdad debe predicarse, no sólo en su propio vecindario sino en las regiones más alejadas. Cuando los hombres tienen este espíritu, el amor a la verdad y la santificación que recibirán mediante la verdad borrarán la avaricia, el engaño y toda clase de falta de honradez.—RH, Supplement, 1 de diciembre de 1896. CMC 88.2