Consejos sobre Mayordomía Cristiana

349/353

Capítulo 68—Compartiendo los gozos de los redimidos

Hay una recompensa para los obreros íntegros y abnegados que entran en este campo, y también para los que contribuyen voluntariamente a su sostén. Los que trabajan activamente en el campo, y los que dan sus recursos para sostener a estos obreros, compartirán la recompensa de los fieles. CMC 363.1

Cada mayordomo sabio de los bienes confiados a él, entrará en el gozo de su Señor. ¿Qué es este gozo? “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Lucas 15:10. Habrá una bendita alabanza, una santa bendición, para los fieles ganadores de almas. Se unirán a los que se regocijan en el cielo, que dan la bienvenida a la cosecha al entrar ésta en el hogar. CMC 363.2

Cuán grande será el gozo cuando los redimidos del Señor se reúnan en las mansiones preparadas para ellos. ¡Oh, qué gozo para todos los que hayan sido obreros imparciales y abnegados juntamente con Dios en la tarea de promover su obra aquí en la tierra! Qué satisfacción tendrá cada segador cuando la voz clara y musical de Jesús diga: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Mateo 25:34. “Entra en el gozo de tu Señor”. CMC 363.3

El Redentor es glorificado porque no ha muerto en vano. Con corazones gozosos, los que han sido colaboradores con Dios ven el trabajo de su alma en favor de los pecadores destinados a perecer y morir. Las horas ansiosas que pasaron, las circunstancias que les causaron perplejidad, la aflicción del corazón debida a que algunos rehusaron ver y recibir las cosas que habrían podido dar paz, todo eso queda olvidado. La abnegación que practicaron a fin de sostener la obra ya no es más recordada. Cuando contemplan las almas que procuraron ganar para Jesús, y las ven salvadas, salvadas eternamente como monumentos a la misericordia de Dios y al amor del Redentor, hacen resonar en las bóvedas celestes exclamaciones de alabanza y agradecimiento.—The Review and Herald, 10 de octubre de 1907. CMC 363.4