Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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El dador alegre es aceptado

“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. 2 Corintios 9:6, 7. CMC 210.2

Si obramos de acuerdo con el espíritu de este consejo, podemos invitar al Ser divino para que revise las cuentas de nuestros asuntos temporales. Comprenderemos que estamos dando únicamente ofrendas de lo que nuestro Señor nos ha confiado. CMC 210.3

Todas nuestras ofrendas debemos presentarlas con gozo, porque proceden de los fondos que el Señor ha considerado conveniente colocar en nuestras manos con el propósito de llevar adelante su obra en el mundo, a fin de que el estandarte de la verdad pueda ser desplegado en las zonas rurales y urbanas del mundo. Si todos los que profesan la verdad quisieran dar al Señor lo que le pertenece en términos de diezmos, donativos y ofrendas, habría alimento en la casa del Señor. CMC 210.4

La causa de la liberalidad no dependería más de los donativos inciertos hechos por impulso y que varían de acuerdo con los sentimientos de los hombres. Los derechos de Dios serían aceptados de buena gana y se consideraría que su causa tiene derecho legítimo a una parte de los fondos confiados a nuestras manos. CMC 211.1

Cada mayordomo fiel debería estar más ansioso de aumentar la porción de donativos que coloca en la tesorería del Señor antes que en disminuir su ofrenda en una jota o una tilde. ¿A quién está sirviendo? ¿Para quién está preparando una ofrenda? Para Aquel de quien depende para recibir todas las buenas cosas de las que disfruta. Por lo tanto, que ninguno de nosotros que recibe la gracia de Cristo dé ocasión para que los ángeles se avergüencen de nosotros y para que Jesús se avergüence de llamarnos hermanos. CMC 211.2

¿Cultivaremos la ingratitud y la pondremos de manifiesto por medio de nuestras prácticas mezquinas al dar para la causa de Dios? ¡No, no! Entreguémonos a nosotros mismos como un sacrificio vivo y demos nuestro todo a Jesús. Todo le pertenece; somos una posesión adquirida por él. Los que reciben su gracia, los que contemplan la cruz del Calvario, no tendrán duda acerca de la proporción que deben dar, sino que comprenderán que la ofrenda más cuantiosa carece de valor y no puede compararse con el gran don del Hijo unigénito del Dios infinito. Por medio de la abnegación hasta el más pobre encontrará la manera de conseguir algo para devolverlo a Dios.—The Review and Herald, 14 de julio de 1896. CMC 211.3