Consejos sobre Mayordomía Cristiana

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Sección 6—En la pobreza abunda la liberalidad

Capítulo 34—Elogio de la liberalidad

El apóstol Pablo, en su ministerio entre las iglesias, era incansable en sus esfuerzos por inspirar en los corazones de los nuevos conversos un deseo de hacer grandes cosas por la causa de Dios. A menudo los exhortaba a ejercer la liberalidad. Al hablar con los ancianos de Efeso respecto a sus labores anteriores entre ellos, dijo: “En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir”. Hechos 20:35. “El que siembra escasamente—escribió a los corintios—, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre”. 2 Corintios 9:6, 7. CMC 177.1

Casi todos los creyentes macedonios eran pobres en bienes de este mundo, pero sus corazones rebosaban de amor a Dios y a su verdad, y daban alegremente para el sostén del Evangelio. Cuando se hicieron colectas generales entre las iglesias gentiles para aliviar a los creyentes judíos, la liberalidad de los conversos de Macedonia se presentaba como un ejemplo a las otras iglesias. Escribiendo a los creyentes corintios, el apóstol les llamó la atención a “la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas..., y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio para los santos”. 2 Corintios 8:1-4. CMC 177.2

La buena voluntad de los creyentes macedonios para sacrificarse era resultado de la consagración completa. Movidos por el Espíritu de Dios, “a sí mismos se dieron primeramente al Señor” (2 Corintios 8:5); entonces estaban dispuestos a dar generosamente de sus medios para el sostén del Evangelio. No era necesario instarlos a dar; más bien, se regocijaban por el privilegio de privarse aun de las cosas necesarias a fin de suplir las necesidades de otros. Cuando el apóstol quiso contenerlos, le importunaron para que aceptara sus ofrendas. En su sencillez e integridad, y en su amor por los hermanos, se negaban alegremente a sí mismos, y así abundaban en frutos de benevolencia. CMC 178.1

Cuando Pablo envió a Tito a Corinto para fortalecer a los creyentes de allí, le indicó que edificara a la iglesia en la gracia de dar; y en una carta personal a los creyentes, él también añadió su propio llamamiento. “Por tanto, como en todo abundáis—les rogó—, en fe, y en palabra, y en ciencia, y en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, que también abundéis en esta gracia”. “Ahora pues, llevad también a cabo el hecho, para que como estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo que tenéis. Porque si primero hay la voluntad pronta, será acepta por lo que tiene, no por lo que no tiene”. “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra...; para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias a Dios”. 2 Corintios 8:7, 11, 12; 9:8-11. CMC 178.2

La liberalidad abnegada provocaba en la iglesia primitiva arrebatos de gozo; porque los creyentes sabían que sus esfuerzos ayudaban a enviar el mensaje evangélico a los que estaban en tinieblas. Su benevolencia testificaba de que no habían recibido en vano la gracia de Dios. ¿Qué podía producir semejante liberalidad sino la santificación del Espíritu? En ojos de los creyentes y de los incrédulos, era un milagro de la gracia.—Los Hechos de los Apóstoles, 277-279. CMC 178.3