Consejos Sobre la Salud

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La naturaleza es el médico de Dios

Los enfermos encuentran en el campo muchas cosas que distraen su atención de sí mismos y de sus sufrimientos. Dondequiera, pueden observar las cosas hermosas de la naturaleza y gozar de ellas: las flores, los campos, los árboles frutales cargados de sus ricos tesoros, los árboles de la floresta con su agradable sombra, y los cerros y valles de variada vegetación con sus múltiples formas de vida.* CSI 166.4

Pero este ambiente no sólo les sirve para entretenerse, sino que en él aprenden las más preciosas lecciones espirituales. Al hallarse rodeados por las maravillosas obras de Dios, sus mentes se elevan de las cosas visibles a las que no se ven. La hermosura de la naturaleza los induce a pensar en las bellezas inigualables de la tierra nueva, donde no habrá nada que interrumpa su tranquilidad, nada que manche ni destruya, nada que cause enfermedad ni muerte. CSI 167.1

La naturaleza es el médico de Dios. El aire puro, la alegre luz del sol, las hermosas flores y los árboles, los huertos y los viñedos, y el ejercicio al aire libre practicado en ese ambiente, son elementos que prodigan salud: son el elixir de la vida. La única medicina que necesitan muchos inválidos es la vida al aire libre. Ejerce una influencia poderosa en la sanidad de las enfermedades causadas por la vida cómoda, esa clase de vida que debilita y destruye las fuerzas físicas, mentales y espirituales. CSI 167.2

¡Cuán preciosas resultan la quietud y la libertad del campo para los inválidos débiles acostumbrados a la vida de la ciudad, al brillo de muchas luces y al ruido de las calles! ¡Con cuánto gusto admiran las escenas de la naturaleza! ¡Cuán contentos se sentirían de poder gozar de las conveniencias de un sanatorio en el campo, donde pudieran sentarse al aire libre, gozar del sol, y respirar la fragancia de los árboles y las flores! Existen propiedades salutíferas en el bálsamo de los pinos y en la fragancia de los cedros y los abetos. Y hay otros árboles que contribuyen a la buena salud. No se corten esos árboles irresponsablemente. Cuídense en donde crecen en abundancia, y plántense más donde hay sólo algunos. CSI 167.3

Nada tiende más a restaurar la salud y la felicidad del inválido crónico como vivir en un atractivo ambiente campestre. Allí, hasta los casos desahuciados se pueden sentar o recostar al sol o a la sombra de los árboles. Con sólo levantar la vista pueden observar la hermosura del follaje. Al hacerlo, se sorprenden de que nunca antes se hayan percatado de la gracia con que se doblan las ramas para formar una sombrilla viviente sobre ellos, prodigándoles exactamente la sombra que necesitan. Mientras escuchan el murmullo de la brisa, experimentan una dulce sensación de descanso y renovación. Los espíritus decaídos reviven. Se recobran las fuerzas gastadas. Sin siquiera notarlo se aquieta la mente agitada y se calma y regulariza el pulso afiebrado. A medida que el enfermo se fortalece, se aventura a dar unos pasos para cortar algunas de las hermosas flores silvestres, esos preciosos mensajeros del amor de Dios para su afligida familia terrenal. CSI 167.4