Consejos Sobre la Salud

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Un mensaje para nuestros médicos*

El médico cristiano debe ser un mensajero de misericordia para los enfermos, portador de un remedio tanto para el alma enferma de pecado como para el cuerpo afligido por la enfermedad. Al mismo tiempo que usa los remedios sencillos que Dios ha provisto para aliviar el sufrimiento físico, debe hablar del poder de Cristo para sanar los males del alma. CSI 348.1

¡Cuánta necesidad hay de que el médico viva en íntima comunión con el Salvador! Los enfermos y sufrientes con quienes se relaciona tienen necesidad de la ayuda que sólo Cristo puede dar. Necesitan oraciones respaldadas por el Espíritu Santo. La persona afligida se abandona a la sabiduría y la misericordia del médico, cuya preparación y fidelidad pueden ser su única esperanza. Entonces, sea el médico un mayordomo de la gracia de Dios, un guardián tanto del alma como del cuerpo. CSI 348.2

El médico que ha recibido la sabiduría de arriba, que sabe que Cristo es su Salvador personal, sabe también cómo trabajar con las almas temblorosas, culpables y enfermas de pecado que acuden a él en busca de ayuda, porque él mismo ha sido llevado al Refugio. El puede responder con seguridad a la pregunta: “¿Qué puedo hacer para ser salvo?” El puede contar la historia del amor del Redentor. Por experiencia propia puede hablar del poder del arrepentimiento y la fe. El Señor trabaja con él y mediante él mientras se halla a la cabecera del sufriente, tratando de hablarle palabras que le traigan consuelo y ayuda. A medida que la mente del afligido se aferra del poderoso Salvador, la paz de Cristo llena su corazón; y la salud espiritual que recibe constituye la mano ayudadora de Dios en la restauración de la salud del cuerpo. CSI 348.3

Son preciosas las oportunidades que tiene el médico de despertar en los corazones de aquellos con quienes se relaciona una comprensión de la tremenda necesidad que tienen de Cristo. A él le toca sacar cosas nuevas y viejas de la tesorería del corazón mientras expresa las anhelantes palabras de consuelo e instrucción. Ha de sembrar constantemente la semilla de la verdad, sin presentar temas doctrinales, sino hablando del amor del Salvador que perdona los pecados. Su deber no consiste solamente en dar instrucción de la Palabra de Dios línea sobre línea, precepto sobre precepto; también debe humedecer esa instrucción con sus lágrimas y fortalecerla con sus oraciones, de modo que las almas sean salvadas de la muerte. CSI 349.1

Los médicos corren el riesgo de olvidar el peligro del alma a causa de la ansiedad ferviente, y a veces febril, que experimentan en su empeño por evitar los peligros del cuerpo. Médicos, estén alertas, porque en el tribunal de justicia de Cristo deben volver a encontrar a quienes hoy atienden junto al lecho de muerte. CSI 349.2

La solemnidad de la obra del médico, su contacto constante con los enfermos y los que mueren, requiere que, en la medida de lo posible, se los exonere de los trabajos seculares que otros pueden realizar. Con el fin de darle tiempo para familiarizarse con las necesidades espirituales de los pacientes, no se deberían colocar cargas innecesarias sobre él. Su mente debería hallarse siempre bajo la influencia del Espíritu Santo, de modo que pueda pronunciar palabras oportunas que despierten fe y esperanza. CSI 349.3

Junto a la cama del moribundo no se deben hablar palabras que tengan que ver con credos y controversias. Se debe traer al enfermo ante Aquel que está dispuesto a salvar a todos los que se llegan a él con fe. Esfuércese fervorosa y tiernamente por ayudar al alma que vacila entre la vida y la muerte. CSI 349.4