Consejos para los Maestros

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Un amplio campo

Ante los que son aceptados como maestros en nuestras escuelas se abre un amplio campo de trabajo y cultivo para la siembra de la semilla y la cosecha del grano maduro. ¿Qué daría mayor satisfacción que el enseñar a los niños y jóvenes a amar a Dios y guardar sus mandamientos? ¿Qué daría mayor gozo que ver a esos niños y jóvenes seguir a Cristo, el gran Pastor? ¿Qué derramaría más alegría en el alma del obrero consagrado, que el saber que su trabajo paciente y perseverante en el Señor no es vano, el ver a sus alumnos experimentar gozo en sus almas por los pecados perdonados, verlos recibir las impresiones del Espíritu de Dios en la verdadera nobleza de carácter, en la restauración de la imagen moral de Dios, en la búsqueda de aquella paz que proviene del Príncipe de paz? ¿Es la verdad una servidumbre? Sí, en un sentido; porque liga al alma en voluntario cautiverio al Salvador, postrando el corazón ante la amabilidad de Cristo. CM 189.4

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Aunque los principios y hábitos correctos son de la primera importancia entre las cualidades del maestro, es indispensable que él tenga conocimiento cabal de las ciencias. Las altas adquisiciones del saber deben combinarse con la integridad de carácter. CM 190.1

Si sois llamados a ser maestros, sois llamados también a aprender. Si asumís la sagrada responsabilidad de enseñar a otros, asumís también el deber de dominar todo asunto que queréis enseñar. No os conforméis con pensamientos embotados, una mente indolente, o una memoria floja. Es cosa noble enseñar; es cosa bienaventurada el aprender. El verdadero conocimiento es una posesión preciosa, y cuanto más tenga de él el maestro, tanto mejor será su trabajo. CM 190.2

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Al mandar a los niños a las escuelas fiscales, los padres los están colocando bajo influencias desmoralizadoras, influencias que perjudican la moral y los hábitos. En tales ambientes, los niños reciben con frecuencia instrucciones que los preparan para ser enemigos de Cristo. Pierden de vista la piedad y la virtud. CM 190.3

Muchas escuelas públicas están impregnadas de la influencia nefasta de niños y niñas expertos en el pecado. Los niños a quienes se permite jugar en la calle, obtienen allí una educación que, según aprenderán más tarde sus padres irreflexivos, conduce a la temeridad y a la iniquidad. CM 191.1

Dios ha dado a los jóvenes y a los niños mentes inquisitivas. Les han sido confiadas sus facultades de raciocinio como talentos preciosos. Es deber de los padres mantener delante de ellos el verdadero significado del asunto de la educación; porque abarca muchos ramos. Debe enseñárseles a perfeccionar cada talento, con el propósito de usarlos todos en el servicio de Cristo para la elevación de la humanidad caída. CM 191.2

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Mucho del éxito de una escuela de iglesia depende del maestro que se escoja. El encargado de una escuela debe tener la edad apropiada; y cuando el número de alumnos es bastante grande, deben escogerse ayudantes de entre los mayores. Así los alumnos adquirirán una experiencia de gran valor. CM 191.3