Consejos para los Maestros

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Lecturas inútiles

El mundo está inundado de libros que sería mejor destinar al fuego que a la circulación. Sería mejor que nunca leyesen los jóvenes los libros que tratan temas sensacionales, publicados y puestos en circulación para ganar dinero. Hay una fascinación satánica en tales libros. El relato desconsolador de crímenes y atrocidades tiene sobre muchos un poder hechizador que los excita a buscar lo que pueden realizar para hacerse notar, aun mediante los actos más perniciosos. Las enormidades, las crueldades y las prácticas licenciosas descritas en algunos de los escritos estrictamente históricos, han actuado como levadura en las mentes de muchos induciéndolos a cometer actos similares. CM 126.2

Los libros que delinean las prácticas satánicas de los seres humanos, dan publicidad al mal. Esos horribles detalles no necesitan reverse, y nadie que crea la verdad para este tiempo debe tener parte en perpetuar su recuerdo. Cuando el intelecto se alimenta y estimula con estos alimentos depravados, los pensamientos se vuelven impuros y sensuales. CM 126.3

Hay otra clase de libros—historias de amor y cuentos frívolos y excitantes—que son una maldición para todos aquellos que los leen, aun cuando el autor les añada una buena moraleja. Con frecuencia se entretejen declaraciones religiosas en estos libros; pero en la mayoría de los casos Satanás está vestido como ángel para engañar y seducir a los incautos. La práctica de leer cuentos es uno de los medios empleados por Satanás para destruir almas. Produce una excitación falsa y malsana, afiebra la imaginación, incapacita a la mente para ser útil y la descalifica para cualquier esfuerzo espiritual. Aleja el alma de la oración y del amor a las cosas espirituales. CM 127.1

Los lectores de cuentos frívolos y excitantes se incapacitan para los deberes de la vida práctica. Viven en un mundo irreal. He observado a niños a quienes se había permitido hacer una práctica de la lectura de tales historias. En su casa o fuera de ella, estaban agitados, sumidos en ensueños y no eran capaces de conversar sino sobre los asuntos más comunes. La conversación y el pensamiento religiosos eran completamente ajenos a su mente. Al cultivar el apetito por las historias sensacionales, se pervirtió el gusto mental, y la mente no queda satisfecha a menos que se la alimente con este alimento malsano. No puedo pensar en un nombre más adecuado para los que se dedican a tales lecturas que el de ebrios mentales. Los hábitos intemperantes en la lectura tienen sobre el cerebro el mismo efecto que los hábitos intemperantes en el comer y beber tienen sobre el cuerpo. CM 127.2

Los que practican el hábito de leer rápidamente una historia excitante están simplemente invalidando su fuerza mental y descalificando su mente para la reflexión e investigación vigorosa. Algunos jóvenes, y aun algunos de edad madura, se han visto aquejados de parálisis sin otra causa que el exceso de lectura. La fuerza nerviosa del cerebro ha estado constantemente excitada, hasta que la máquina delicada se gastó y rehusó funcionar. Alguna parte de la delicada maquinaria cedió y el resultado fue la parálisis. CM 127.3

Hay hombres y mujeres ya en el ocaso de la vida, que nunca se han recobrado de los efectos de la intemperancia de la lectura. El hábito adquirido en los primeros años creció con su desarrollo y se fortaleció a medida que crecían. Sus esfuerzos resueltos para vencer el pecado que cometían al abusar del intelecto, tuvieron éxito parcial; pero nunca recobraron el pleno vigor de la mente que Dios les había concedido. CM 128.1