Consejos para los Maestros

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El plan ideal

Los padres deben ser los únicos maestros de sus hijos hasta que éstos lleguen a la edad de ocho o diez años. A medida que su mente puede comprenderlo, los padres deben abrir delante de ellos el gran libro divino de la naturaleza. La madre debiera tener menos amor por lo artificial en su casa y en la preparación de su indumentaria para la ostentación, y debiera tomar tiempo para cultivar, en sí misma y en sus hijos, un amor por los hermosos capullos y las delicadas flores que se abren. Llamando la atención de sus hijos a los diferentes colores y a la variedad de formas, puede hacerles conocer a Dios, quien hizo todas las cosas bellas que los atraen y deleitan. Puede elevar sus mentes al Creador, y despertar en sus corazones jóvenes amor hacia su Padre celestial, quien manifestó tanta bondad hacia ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. CM 78.2

La única aula que debieran tener los niños hasta los ocho o diez años, es el aire libre, en medio de las flores que abren sus capullos y las hermosas escenas naturales, y su libro de texto más familiar, los tesoros de la naturaleza. Estas lecciones, grabadas en su mente en medio de las escenas agradables y atrayentes de la naturaleza, no se olvidarán muy pronto... CM 79.1

En la primera educación de los niños, muchos padres y maestros no comprenden que la mayor atención debe darse a la constitución física, a fin de que se pueda asegurar una condición sana del cuerpo y de la mente. Ha sido costumbre animar a los niños a asistir a la escuela cuando eran simples infantes que necesitaban del cuidado de una madre. Cuando son de tierna edad, con frecuencia se los apiña en un aula mal ventilada, donde permanecen sentados en malas posiciones sobre bancos mal construidos y, como resultado, se deforma el esqueleto joven y tierno de algunos. CM 79.2

La disposición y los hábitos de la juventud propenderán a manifestarse en la edad madura. Podemos doblar a un árbol joven hasta darle casi cualquier forma que querramos. Si queda en la forma que le hemos dado y crece así, será un árbol deformado, que siempre denunciará el perjuicio y abuso que recibió de nuestras manos. Después de años de crecimiento, podemos procurar enderezarlo, pero todos los esfuerzos resultarán inútiles. Será siempre un árbol torcido. CM 79.3

Tal sucede con la mente de los jóvenes. Debe educárselos con cuidado y ternura en la infancia. Pueden ser guiados en la debida dirección o en la mala, y en su vida futura seguirán la conducta en la cual fueron dirigidos en la infancia. Los hábitos formados en la juventud crecerán con el crecimiento y se fortalecerán con la fortaleza... CM 79.4