Consejos para los Maestros

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La escuela de Cristo

El que procura con diligencia adquirir la sabiduría de las escuelas humanas, debe recordar que otra escuela lo reclama también como estudiante. Cristo fue el mayor maestro que el mundo vio jamás. Trajo al hombre conocimiento directo del cielo. Las lecciones que nos ha dado son las que necesitamos tanto para el estado actual como para el futuro. Pone delante de nosotros los verdaderos fines de la vida, y cómo podemos obtenerlos. CM 49.3

En la escuela de Cristo, los estudiantes nunca se gradúan. Entre los alumnos se cuentan tanto viejos como jóvenes. Los que prestan atención a las instrucciones del divino Maestro, adelantan constantemente en sabiduría, refinamiento y nobleza del alma. Y así están preparados para entrar en aquella escuela superior donde el progreso continuará durante toda la eternidad. CM 50.1

La sabiduría infinita nos presenta las grandes lecciones de la vida—lecciones de deber y de felicidad. A menudo son difíciles de aprender, pero sin ellas no podemos hacer ningún progreso real. Pueden costarnos esfuerzos y lágrimas, y hasta agonía, pero nunca debemos vacilar ni cansarnos. Al fin oiremos la invitación del Maestro: “Hijo, sube más arriba”. CM 50.2

En este mundo, en medio de sus pruebas y tentaciones, es donde hemos de adquirir idoneidad para la sociedad de los puros y santos. Los que se dejan absorber de tal manera por estudios menos importantes, que cesan de aprender en la escuela de Cristo, están arrostrando una pérdida infinita. Insultan al divino Maestro al rechazar las provisiones de su gracia. Cuanto más tiempo continúan en su conducta, tanto más se endurecen en el pecado. Su retribución será proporcionada al valor infinito de las bendiciones que despreciaron. CM 50.3

En la religión de Cristo, hay una influencia regeneradora que transforma todo el ser, elevando al hombre por encima de todo vicio degradante y rastrero, y alzando los pensamientos y deseos hacia Dios y el cielo. Vinculado al Ser infinito, el hombre es hecho participante de la naturaleza divina. Ya no tienen efecto contra él los dardos del maligno; porque está revestido de la panoplia de la justicia de Cristo. CM 50.4

Toda facultad, todo atributo con que el Creador ha dotado a los hijos de los hombres, se han de emplear para su gloria; y en este empleo se halla su ejercicio más puro, más santo y más feliz. Mientras se tengan por supremos los principios religiosos, todo paso hacia adelante en la adquisición de conocimiento o en el cultivo del intelecto, es un paso hacia la asimilación de lo humano con lo divino, lo finito con lo infinito. CM 50.5